Fue el western que otorgó carta de naturaleza al género y a su propio director, el primero suyo sonoro. Basado en una prestigiosa novela de Guy de Maupassant, BOLA DE SEBO, es una perfecta radiografía de un microcosmos, en este caso extrapolado a un carruaje del lejano Oeste, en el que conviven diversas tipologías perfectamente definidas. Todo un estudio de la condición humana. La demostración más palpable de lo nulamente moralizante y nada conservador que era el maestro John Ford. Su evidente simpatía, su amor por los más desclasados, desfavorecidos y excluidos socialmente, ya era aquí patente.  

La parada de diligencia de Wayne (el pistolero Ringo Kid) a golpe de rifle volteado permanece en las retinas de cualquier aficionado. Y la demostración de que los saltos de eje le importaban más bien un comino al genial cineasta. Para los anales sería la primera vez que utilizaría su venerado Monument Valley.

Estamos en 1939, imagínense el mérito de la impresionante secuencia del travelling del ataque indio.

Qué estupenda está Claire Trevor como la alegre Dallas, la buena chica mala. E impagable Thomas Mitchell como ese doctor borrachín persistente. John Carradine es un impoluto caballero sureño.

Imprescindible se mire por donde se mire.