El título que precede al subtítulo puede dar alguna pista de lo que van a ver, un asunto perturbador y miserable. O lo que viene a ser lo mismo, un consistente y robusto “thriller” danés, un nuevo ejemplo de “noir” nórdico crudo, escabroso.

En principio, la profanación aludida es la llevada a cabo contra dos hermanas gemelas a los que violan y asesinan. Uno de esos crímenes asignados a un departamento policial encargado de desenterrar casos olvidados y que puedan ser esclarecidos. Un cruce entre las series norteamericanas THE KILLING y CSI con inequívocas aportaciones autóctonas o la ya alargada sombra de David Fincher.

Dos detectives antitéticos, desencantado, enojado con la vida el uno y humanista, positivo el otro, serán los encargados de las pesquisas y de intentar desenmarañar una tupida trama en la que están por medios élites económicas e influyentes que fueron alumnos en el pasado de selectos colegios privados.

Para contar todo esto se recurre a una serie de flash-backs hábilmente introducidos  y que van complementando las diferentes pistas seguidas en el presente. Sexo, violencia y poder se vuelven a erigir en el triángulo básico de este tipo de historias, pero no están manejados con exceso de efectismo; despliegan el justo, tal vez el adecuado para generar un morbo casi inevitable entre una mayoría de espectadores.

Constituye la segunda de las versiones cinematográficas, tras MISERICORDIA estrenada hace un mes, de una saga de seis novelas de Jussi Adler-Oslen tituladas genéricamente LOS CASOS DEL DEPARTAMENTO Q. El propio director, Mikkel Norgaard y el talentoso Nikolaj Arcel (director del notable drama histórico  UN ASUNTO REAL) llevan a cabo un trabajo minucioso, detallado, quirúrgico y sombrío. Arcel participó también en el libreto de la cuasi fundacional MILLENNIUM: LOS HOMBRES QUE NO AMABAN A LAS MUJERES, título que, como es aquí perfectamente comprobable, ha creado escuela.

Este tipo de intrigas sórdidas a la manera escandinava suelen destilar una innegable corrección formal, pero además, en esta ocasión se beneficia de una sobria y elegante puesta en escena que más que climas sucios, acierta plenamente en mostrarlos putrefactos.

No es ninguna propuesta que sorprenda pero para este sofocante verano de cine más ligero, por lo cual esta atinadamente gélida y madura aportación policíaca acaba resultando de lo más gratamente contra programable.  

Francamente apreciable, procura distracción e  interés en todo momento.