Director: Rafa Martínez
Intérpretes: Ingrid García Jonsson, Bruno Sevilla, Oriol Tarrida, Eduardo Lloveras, Miguel Ángel Alarcón, Luka Peros, José María Blanco, Mariona Perrier
Sinopsis: Una pareja decide pasar una noche romántica en un piso de un edificio semiabandonado al que se cuelan porque ella trabaja como asesora de inmuebles para el Ayuntamiento y tiene las llaves. Durante la velada descubren que unos encapuchados han asesinado al único inquilino que quedaba en el edificio… y ellos se convierten en su nuevo objetivo.
Los peores defectos del cine de terror hemoglobínico, de una mezcla de “slasher” y “grand guignol”, afloran en todo momento en esta enésima producción de Filmax ambientada en Barcelona.
También se advierten las influencias, aquí perniciosamente regurgitadas, de REC y secuelas. Una vez más, los hechos transcurren en un edificio semi abandonado de la Ciudad Condal en el que una joven pareja decide celebrar una velada romántica.
Dada mi presentación, lo que viene a continuación ya se lo pueden imaginar ustedes: asesinatos a cual más sanguinolento, hachazos por doquier, estética sórdida y feísta y un largo etcétera propio de este subgénero, sin esbozo de mínima novedad alguna.
Cierto que el Steven Spielberg que nos metió miedo en el cuerpo con EL DIABLO SOBRE RUEDAS no necesitó desvelarnos dato alguno sobre aquél camionero fantasma que aterrorizaba constantemente a Dennis Weaver, pero para hacer eso hay que ser un genio. No es el caso del director de esta producción, el cortometrajista Rafa Martínez que hace con este su debut en el largo. Por tanto, que se nos hurten caprichosamente motivos o actitudes de los matarifes, no viene sino contribuir aún más a su orfandad argumental, aunque soy plenamente consciente que muchas veces no es esto lo que más importa, sino provocar el horror o transmitir sustos al personal.
Y no me vale la coartada social del deshaucio para perpetrar esto. Si se decide tirar por la misma, hágase con todas las consecuencias y arriesgando mucho más, sin tanta superficialidad banal.
Ambas cuestiones resultan tan previsibles y predecibles que dejan prácticamente sin bazas a esta SWEET HOME a la que tan solo queda el agarre de una atmósfera opresiva y malsana que tampoco es apurada todo lo que habría sido de desear, pese a una respetable fotografía de Antonio J. García. Y de nuevo, se vuelve a tirar de barullo formal para rodar en España las escenas de acción o persecución. Menos mal que el año pasado Alberto Rodríguez y Daniel Monzón mostraron que la mejora en este aspecto puede ser total.
Por otra parte, el plano actoral resulta más bien irrelevante, así que no veo ningún otro asidero al que poder agarrarme.
Una verdadera pérdida de tiempo.
José Luis Vázquez
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