Director: Douglas Sirk
Intérpretes: Claudette Colbert, Robert Cummings, Don Ameche, Rita Johnson, George Coulouris, Queenie Smith, Ralph Morgan, Raymond Burr, Keye Luke, Fred Nurney
Sinopsis: Después de acostarse en su dormitorio, Alison (Claudette Colbert) se despierta sobresaltada a bordo de un tren al que no recuerda haber subido. El tren se dirige de Nueva York a Boston. El médico que la atiende sospecha que ha tenido una pesadilla, pero Alison no recuerda nada y no sabe por qué tiene una pistola en su bolso. Cuando llega a Boston, llama a su marido Richard (Don Ameche), y éste le dice que ha informado a la policía de su desaparición.
A lo largo de su primera etapa en Hollywood, el maestro Douglas Sirk fue, a veces, émulo y discípulo de lo más aventajado del “mago del suspense” Alfred Hitchcock. Buena prueba de ello son títulos como TEMPESTAD EN LA CUMBRE, EL ASESINO POETA y este PACTO TENEBROSO.
Producido en 1948 y dirigido entre, precisamente, EL ASESINO POETA (LURED en el original) y MÁS FUERTE QUE LA LEY (SHOCKPROOF), SLEEP MY LOVE (DUERME MI AMOR), tal es su título original, es un ejercicio pleno de suspense, tensión, negrura y tragedia.
La premisa no puede ser más inquietante y expectante a la vez: Tras acostarse en su dormitorio, una mujer se despierta en un tren que se dirige de Nueva York a Boston, sin conseguir recordar cómo ha llegado hasta allí y el por qué tiene una pistola en su mano.
A partir de este impactante comienzo, Sirk elabora una puesta en escena envolvente, atmosférica, que eleva el diapasón de la incertidumbre hasta cotas considerables. Puede que lleguen a la conclusión de que, pese a que no detecten finalmente ninguna especial sorpresa, aunque esa fuera una de sus principales pretensiones, la manera con que está entrelazada y recubierta su trama melodramática posee un enorme valor profesional/artístico.
Sobre todo, es cine entretenidísimo, de la mejor ley, que al menos trata al espectador con inteligencia, al contrario que tantos bobalicones y efectistas exponentes actuales. Y aunque parece ser que su responsable no se sintió satisfecho del resultado final, ello no deja de ser una actitud habitual en talentos perfeccionistas y autocríticos como el suyo.
Supuso su quinto trabajo en la Meca del Cine, tras un vistoso e igualmente melodramático –en este apartado estriban sus principales y máximas señas de identidad- preámbulo en su Alemania natal.
Este brillante encargo habría a su vez que ubicarlo dentro de ese subgénero de “thriller” psicoanalítico que tanto calaría en la industria norteamericana de los 40, cuya base argumental residía en las teorías y en los estudios freudianos que se estaban imponiendo en todo el mundo occidental. Los más cinéfilos pueden evocar RECUERDA, SECRETO TRAS LA PUERTA o NIEBLA EN EL PASADO entre varios otros. LUZ QUE AGONIZA o SOSPECHA resultaron al respecto un derivado menos interpretativo, más puramente genérico, sin coartadas intelectuales.
Constituyó un respetable éxito comercial y popular, amplificado por la presencia de la siempre maravillosa Claudette Colbert (SUCEDIÓ UNA NOCHE, MEDIANOCHE), la razón principal, en propia reflexión de su autor, que más le estimuló al abordar este proyecto.
En cualquier caso, me parece un espléndido ejercicio de estilo, una serie B con ínfulas de A, perfectamente rodada, interpretada y escrita. Me remito a las palabras de uno de sus biógrafos y entrevistadores, Jon Haliday, a propósito de lo que le inspiraba este trabajo concreto: “Se puede observar el tema de la ceguera, el uso de fotografías, pantallas, cristales sin brillo; la antítesis de la casa y el invernadero. Hazel Brooks, además, está asombrosa en el papel de Daphne”.
La verdad es que, como mínimo, jamás me he aburrido las dos veces que la he revisado. Cuenta con abundantes, diversos y fuertes elementos temáticos, desde el asesinato hasta el adulterio que proporcionan que su hora y media de duración pase como un suspiro.
De las que enganchan y mantienen en todo momento la atención.
José Luis Vázquez
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