Estreno en Royal City

 

Un marido rico (1942)

Director: Preston Sturges

Intérpretes: Claudette Colbert, Joel McCrea, Mary Astor, Rudy Vallee, Sig Arno, Robert Warwick, Franklin Pangborn, William Demarest, Robert Dudley

Sinopsis: Inexplicablemente, un novio y una novia no pueden asistir a su propia boda porque se lo impiden sus dobles, que son los que se casan. Seis años más tarde, el administrador del piso de Park Avenue de Tom y Gerry Jeffers enseña la casa, aunque todavía viven en ella, a otros posibles inquilinos, ya que ellos se han retrasado en el pago del alquiler. Gerry se siente frustrada porque su marido, un arquitecto que intenta sacar adelante sus proyectos, no permite que ella utilice su belleza para conseguir que alguien se los financie. Entonces, Gerry conoce accidentalmente a John D. Hackensacker III, uno de los hombres más ricos del mundo.

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

Y vivieron felices… ¿o no?

 

THE PALM BEACH STORY, o UNA HISTORIA DE PALM BEACH, es el título original de UN MARIDO RICO, quinto de los doce largometrajes dirigidos por el genial Preston Sturges. El mismo que firmara LOS VIAJES DE SULLIVAN, LAS TRES NOCHES DE EVA, NAVIDADES EN JULIO o EL MILAGRO DE MORGAN´S CREEK. La rodó precisamente entre esta última y LAS TRES NOCHES DE EVA. Lo mejor que puedo decir sobre la misma es que se encuentra a idéntica imponente altura que éstas.

Clásico indiscutible de la comedia norteamericana en su vertiente más disparatada y enloquecida, cuenta con abundantes momentos divertidísimos que causan arrasadora perplejidad o despliegan saludables apuntes corrosivos.

Es un ejemplo típico de “screwball comedy” en el que la heroína, una irresistible Claudette Colbert, protagonista de otros exponentes tan memorables como SUCEDIÓ UNA NOCHE o la más sofisticada MEDIANOCHE, vuelve a ser de lo más prototípica –recuerden por ejemplo a la Katharine Hepburn de LA FIERA DE MI NIÑA-, es decir, inteligente, arrolladora, dominadora, vamos, la que lleva los pantalones de la pareja.

De nuevo en la eterna batalla de sexos, se cambia el rol respecto al oponente(s) masculino. Curiosamente, se llaman Tom y Gerry (con G en vez de J), lo que sirve para establecer un fácil paralelismo con los personajes animados, aunque en el momento de su rodaje todavía no hubieran sido creados. En este caso, el ratón, menos escurridizo, es Tom y ella, un gato de lo más independiente y resolutivo.

Pero como toda gran comedia que se precie, no se limita a elaborar y engarzar momentos graciosos o utilizar una mecánica para provocar la risa y la sonrisa, sino que de fondo habla de muchas cuestiones vitales, como la emancipación de la mujer, lo poderoso caballero que es don dinero, lo complicadas que resultan las relaciones conyugales o la fragilidad de los sentimientos. También constituye un punzante retrato de cierta burguesía estadounidense.

Lo que no es nunca, ni tan siquiera un segundo, es aburrida. Todo lo contrario. La invade un ritmo frenético capaz de pasar de un registro de puro surrealismo a otro más agradablemente convencional, pasando por la locura más contagiosa, el absurdo, el slapstick o los gags verbales.

Aparte de Colbert, está protagonizada por Joel McCrea, actor con el que Sturges había trabajado con anterioridad en su imprescindible LOS VIAJES DE SULLIVAN, una de las reflexiones más agudas y certeras, tal vez la que más, sobre la propia condición del Séptimo Arte. No creo que casualmente su profesión sea la de inventor, al igual que lo era el propio cineasta, ambos muy poco prácticos en sacar rédito a sus creaciones.

Les secunda la perversa Mary Astor de EL HALCÓN MALTÉS, como hermana del “Rey de la Salchicha”, un descacharrante y sorprendente Rudy Valle (John D. Hackensacker III), en el que podría ser, como leí alguna vez a algún colega, un antecedente en más joven del inolvidable Osgood (Joe E. Brown) de la mítica CON FALDAS Y A LO LOCO. A los que hay que añadir secundarios tan felizmente inevitables como William Demarest o Franklin Pangborn.

Como suele ser costumbre, cada vez que tengo que comentar clásicos, dos momentos imposibles de olvidar entre tantos otros: el de la delirante cacería en el tren y el de la ducha. Atención también a sus títulos de crédito, todo un homenaje al cine mudo.

No tiene que olvidar a cualquiera de los grandes títulos de la Edad Dorada del género, desde las citadas LA FIERA DE MI NIÑA a SUCEDIÓ UNA NOCHE, pasando por VIVIR PARA GOZAR, BERLÍN OCCIDENTE o EL BAZAR DE LAS SORPRESAS.

De obligada visión y conocimiento.

José Luis Vázquez

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