Director: John Ford
Intérpretes: Walter Pidgeon, Maureen O'Hara, Roddy McDowall, Donald Crisp, John Loder, Anna Lee, Arthur Shields, Barry Fitzgerald, Patric Knowles
Sinopsis: En un pueblo minero de Gales viven los Morgan, todos ellos mineros y orgullosos de serlo y también de respetar las tradiciones y la unidad familiar. Sin embargo, la bajada de los salarios provocará un enfrentamiento entre el padre y los hijos; porque mientras éstos están convencidos de que la unión sindical de todos los trabajadores es la única solución para hacer frente a los patronos, el cabeza de familia, en cambio, no quiere ni siquiera oír hablar de sindicatos ni de socialismo.
El tercer Oscar de John Ford (derrotaría a la mismísima CIUDADANO KANE), es otro de sus trabajos que podría haber firmado temáticamente el Ken Loach más izquierdista, sin llegarle en ningún momento a la altura del dedo meñique del pie al maestro.
Enmarcada en el siglo XIX en País de Gales, en plena industrialización, no se puede explicar mejor, con más convicción y mayor emoción el drama de una familia que se desintegra por motivos laborales/sociales. En un mismo plano, mientras unos hermanos van a tocar en el coro ante la reina, otros parten a hacer América en busca de mejores oportunidades.
Los ojos y la voz del pequeño Roddy McDowall mediante un evocador, nostálgico y ejemplar recurso de la voz en off, me ponen en todo momento el nudo en la garganta.
El cura “socialista” que encarna Walter Pidgeon queda para las antologías y vuelve a poner en entredicho la verdadera ideología fordiana, un verso suelto como Billy Wilder o Clint Eastwood, que puede dar lecciones a cualquiera, al menos su cine, de humanidad, tolerancia, sensibilidad social y personal y apertura de miras.
Un bellísimo y sensacional drama costumbrista que canta a los valores familiares sin empalago alguno.
Crítica 2:
Una Maureen O´Hara de tan solo 21 añitos, casi recién aterrizada en Hollywood, demostraría ya estar en posesión de una presencia magnética, temperamental, arrolladora. En la primera de sus cinco colaboraciones, Ford la mimaría al milímetro (en un papel inicialmente previsto para su amada Katharine Hepburn). Le regala una luz, unos primeros planos, verdaderamente asombrosos. Y la secuencia de su boda, con ese velo al viento, resulta bellísima, primorosa.
Pero esta película desde los primeros segundos rezuma Ford por los cuatro costados. Ahí está el amor a la familia y su desintegración, el desmorone de una comunidad, la historia de un amor perdido, el particular e irreprochable sentido de la justicia o de la educación. Y ya si de precisar secuencias se trata, quedan para la eternidad, aparte de la anteriormente citada, la del hijo y la madre que caen en una charca helada, la manera que tienen de comunicarse ambos cuando el primero está enfermo, la descripción en el atlas de los distintos lugares del mundo en los que se encuentran los hijos, esas monedas arrojadas en la falda de la madre, la discusión del padre con los hijos, el accidente en la mina y esa premonitoria gorra subiendo en el ascensor…
Se nota la deslumbrante influencia de Murnau, del expresionismo en sus imágenes. Uno de los 5 Oscar obtenidos (los otros fueron a mejor película, director, actor secundario/Crisp y dirección artística) sería precisamente a la mejor fotografía, excelente en sus clarificadores sombreados/aclarados, de Arthur Miller (no confundir con el célebre escritor).
Cada cierto tiempo tendría que repasar el listado de mis películas favoritas. Esta podría figurar perfectamente entre las diez primeras en este momento, pues su nuevo visionado (en imprescindible versión original subtitulada) no me provoca sino conmocionarme aún más, md genera emoción en estado puro e incontables lagrimones, engancharme y no soltarme, ponerme en el nudo en la garganta en mil momentos. Bendito seas por siempre, Mr. Ford.
José Luis Vázquez
©2025 Ciudad Real Digital | www.ciudadrealdigital.es