Estreno en Royal City

 

Gentleman Jim (1942)

Director: Raoul Walsh

Intérpretes: Errol Flynn, Alexis Smith, Jack Carson, Alan Hale, John Loder, William Frawley, Minor Watson, Ward Bond, Madeleine LeBeau, Rhys Williams, Arthur Shields, Dorothy Vaughan

Sinopsis: Biografía del campeón de boxeo James J. Corbett. Conocido como 'Gentleman Jim', Corbett se convirtió en el primer campeón del mundo de los pesos pesados en 1892, cuando derrotó a John L. Sullivan, tras la entrada en vigor de las llamadas reglas de Queensberry, que exigían la utilización de unos guantes hinchados para proteger los nudillos, un cuadrilátero con unas medidas determinadas y establecían la duración del combate... En Estados Unidos obtuvo excelentes críticas.

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

Si tuviera que elegir un solo título del sensacional tándem artístico que formaran Raoul Walsh (director)/Errol Flynn (actor protagonista), sin duda me lo pensaría mucho y finalmente haría trampa, elegiría dos, MURIERON CON LAS BOTAS PUESTAS… y GENTLEMAN JIM. Una película aparentemente de boxeo, y efectivamente lo es, pero igualmente una extraordinaria comedia, repleta de acción y romance inmejorable.

Un título atípico dentro de la filmografía del que considero sin pestañear uno de mis cinco cineastas favoritos, Raoul Walsh, o no tanto, en el fondo viene a ser coherente con su filmografía. Una filmografía en la que el cineasta tuerto llegaría a colaborar hasta siete veces con el actor originario de Tasmania... siempre que no contemos MONTANA.

Basada en las memorias del púgil James J. Corbett, guionizada por Vincent Lawrence y el gran escritor Horace McCoy (¿ACASO NO MATAN A LOS CABALLOS?... el origen de DANZAD, MALDITOS, DANZAD), cuenta como este personaje acabó revolucionando este deporte cuando todavía era clandestino en el San Francisco de finales del siglo XIX. De hecho, algunos de sus abundantes momentos gozosos son los referidos a la irrupción de la policía mientras se están disputando combates clandestinos.

Pero su metraje está salpicado de otras tantas situaciones igualmente felices y festivas, pues la alegría y la vitalidad más desbordantes son sus principales distintivos y marca de fábrica.

Ese tono de ligereza con el que está envuelta no es óbice para que se nos regale alguna secuencia tan emotiva como el traspaso del cinturón de campeón de John L. Sullivan (interpretado por el fordiano y de nuevo imponente Ward Bond) a Corbett. Un inmejorable colofón a una manera de abordar la historia echando mano de un enorme entusiasmo viril y un sentido del humor verdaderamente contagioso. Prueba de ello son esas llamadas a pelea (blancas) entre los hermanos irlandeses de la familia.

Respecto al tratamiento que se hace de este deporte reglado por el Marqués de Queensberry resulta un tanto inclasificable dentro del subgénero, pues no aborda el asunto desde una perspectiva dramática sino más bien todo lo contrario. Sobre esos inicios a los que alude, una frase resulta esclarecedora: “Si no podemos convertir a los boxeadores en caballeros trataremos de convertir a los caballeros en boxeadores”.

De nuevo Flynn pasea su porte, su gallardía, su gracia natural, su innata elegancia, su agilidad, su inigualable estilo para dar encarnadura a un tipo de lo más simpático, cordial y singular. Le da réplica sentimental una actriz hoy en día olvidada, pero en verdad bellísima y talentosa, Alexis Smith. Y luego están toda esa pléyade de secundarios que se podían encontrar en las producciones Warner de los 40, desde el citado Bond hasta Jack Carson, Alan Hale, prácticamente todos ellos habituales en el cine de un Walsh, que podía presumir de haber conocido al propio Corbett, así como a tantos personajes fundamentales de aquélla época, desde Buffalo Bill a Mark Twain.

Una de mis favoritas de siempre. De las que jamás me olvidaré mientras la memoria no me falle.

 

 

José Luis Vázquez

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