Una de esas producciones en torno a familias disfuncionales de atractivo tono medio, confortables, aparentemente, solo aparentemente políticamente incorrectas y que su contemplación resulta en todo momento grata, bastante llevadera. No deja ninguna marca especial, pero entretiene lo suficiente.

Aunque maneja estereotipos no cae en esos brochazos burdos o chabacanos propios de otros exponentes parecidos, contemporáneos varios de ellos. No es que cuente tampoco nada nuevo, pero se permite indagar un poco más de lo habitual en los personajes, en sus frustraciones, debilidades, fracasos, mentiras, inseguridades, flaquezas, parciales triunfos y, finalmente, inevitables lazos afectivos.

Esa disfuncionalidad de la que parece hacer gala va derivando en cierta fugaz y parcial redención. Se ajusta a un esquema típico del que supuestamente trata de huir, pese a acabar imponiéndose cierta corrección política, pese a algún atrevido y un tanto forzadillo giro de guión (en lo referido a una confesión de Fonda).

Se beneficia de un muy buen reparto, en el que destacan Jason Bateman, un tipo con un look muy parecido al de Xabi Alonso, el ex centrocampista del Real Madrid, una enérgica Tina Fey y en general, todo el reparto, con una Jane Fonda de imponente figura a sus espléndidos 76 años. Y, por supuesto, atención aparte para el crío del orinal.

El director Shawn Levy es un discreto profesional que resuelve con oficio sus trabajos, prácticamente siempre focalizados en el terreno de la comedia. La trilogía de NOCHE EN EL MUSEO, LOS BECARIOS o NOCHE LOCA llevan su firma, con lo cual se pueden hacer una idea. Aquí consigue el mejor hasta la fecha.