Hay Hitchcock mucho Hitchcock pero, sobre todo, hay Fincher, muchísimo Fincher en este último trabajo del formidable cineasta de Colorado. El que va desde LA HABITACIÓN DEL PÁNICO hasta ZODIAC, pasando por SEVEN, EL CLUB DE LA LUCHA o LA RED SOCIAL y, por supuesto, MILLENNIUM: LOS HOMBRES QUE NO AMABAN A LAS MUJERES. BENJAMIN BUTTON menos, aunque también de ésta hay esquirlas. Claro, me estoy refiriendo a uno de los más grandes cineastas con los que cuenta el Séptimo Arte en la actualidad.

Curiosamente el título de LOS HOMBRES QUE NO AMABAN A LAS MUJERES le podría venir que ni pintado a este sensacional trabajo, pero añadiéndole abundantes giros y retruécanos por la parte de ambos sexos.

Volviendo al inicio de este comentario, no solo por su planteamiento argumental, propio del “thriller” más avieso que hubiera podido imaginar el “mago del suspense” resultan obvias sus similitudes, sino por los intestinos, las entrañas de la historia que propone, de lo más retorcidas, lúcidas también en su demoledor análisis de sociedad e individuos y que destilan en todo momento turbiedad moral. También por su brillantez formal, todo un manual de utilización de recursos de cámara y visuales.

¿Y para contar qué? Muchísimas cosas. Pero, sobre todo, por ese análisis incisivo, demoledor que hace sobre el matrimonio (llevado el asunto hasta sus últimas e imprevisibles consecuencias), sobre las bajezas, perversidades y miserias de la condición humana, sobre los medios de comunicación y los circos que montan o sobre la propia y fútil, gratuita opinión pública que no repara en barras ante cualquier destello mediático.

Los tonos utilizados son diversos. Fincher es capaz de cambiar de registro en un pis pas, como bien señala Oti Rodríguez Marchante, pasa de la intriga al melodrama sin transición alguna, inclusive asoman la cabeza el esperpento, la sátira y la comedia negra. Pero al final todo adquiere una aplastante uniformidad y coherencia.

Incluyendo ese final que a tantos despista y que enlaza con el inicio, con ese primer plano de la bellísima y gran actriz Rosamund Pike sobre el que flotan reflexiones e interrogantes varios.

Y qué gran verdad lo manifestado por el cineasta: “La realidad se retuerce según quien la observa”. O eso de "las fachadas que construimos para relacionarnos con los otros". Y es que esto va también de falsedades y mentiras, las que nos hacemos y las que llevamos a cabo con los demás, con nuestros seres más queridos los primeros. Del falso oropel de la vida, del triunfo y de los sentimientos… utilizando para ello una manera de narrar y una fotografía de lo más sombrías.

Nada es lo que parece ser. Como sucede tantas veces, las apariencias engañan. Y esta máxima es aplicada de manera estajanovista por sus irreprochables creadores a la hora de zarandearnos al espectador como le viene en gana .

Espléndido Ben Affleck, un actor que está envejeciendo mejor que tantos otros, aparte de ser uno de los directores con un futuro más halagüeño en la industria. No sé porqué, seguramente me equivocaré, siempre lo he considerado como el sucesor de Eastwood (y antes de Ford), fundamentalmente en cuanto a retratista de su país, Estados Unidos, en diversos campos temáticos.

Espero que al igual que con él, este papel le reivindique ante tantos, se haga justicia y se eleve al considerable puesto que se merece a la anteriormente citada Pike. Pero es que el resto del reparto, uno a uno y hasta la aparición más fugaz, no tiene desperdicio.

Uno de los mejores estrenos del año, sin la más mínima de las dudas. Una de esas películas de las que les garantizo no creo que salgan indiferentes y de las que les pueden proporcionar sorpresas mil durante el viaje en montaña rusa emocional que propone.