El título de esta producción del todoterreno y espléndido cineasta Ron Howard alude a una novela de Mark Twain sobre las andanzas de Huckleberry Finn. Habla de esas necesarias, convenientes mentiras que llevamos a cabo en pos del beneficio de los demás.

Y de una gran mentira de humanidad habla THE GOOD LIE, o sea LA BUENA MENTIRA, centrada en las vivencias de algunos de aquellos “niños perdidos” causados por el conflicto guerracivilista que aconteciera en Sudán y que serían acogidos en los Estados Unidos.

Una de las virtudes que esgrime es que no busca las lágrimas fáciles, aunque haya algún momento para que pudieran surgir en abundancia, evita cierto sentimentalismo facilón o blandengue. De hecho, evita las muchas atrocidades latentes y presentes en la historia, opta por no recrearse en la tragedia, tirar de elipsis, sugerencia y buenos, pero nada afectados sentimientos.

Aspectos estos últimos que parecen ser marca de fábrica de su director, el canadiense Philippe Falardeau, quien ya hiciera una demostración superior y magistral de todo ello en la excelente PROFESOR LAZHAR, motivo por el que la industria estadounidense emprendiera su fichaje que ha desembocado en este proyecto.

De nuevo vuelve a tirar de un naturalismo con cierto componente esteticista que creo viene bien a un relato contado en do menor, sin estridencias ni ampulosidades. Aún así, algún pasaje resulta moderada e inevitablemente emotivo, conmovedor.

Reese Whiterspoon es una especie de trabajadora de integración. Hay que ver lo que muta físicamente esta actriz, pero siempre resuelve sus papeletas con desparpajo y solvencia. Su proceso de acercamiento e implicación me lo transmite como espectador.

Un proverbio africano, que al decírselo a ustedes nada les desvelo, pone un digno y aleccionador colofón: “Si quieres llegar rápido ve solo, si quieres llegar lejos ve acompañado”.

Más que aceptable, interesante en todo momento, digna, amable dentro del dramatismo inherente a lo narrado.