Estreno en Royal City

 

Lucy (2014)

Director: Luc Besson

Intérpretes: Scarlett Johansson, Morgan Freeman, Choi Min-sik, Amr Waked, Yvonne Gradelet, Jan Oliver Schroeder, Julian Rhind-Tutt, Pilou Asbæk, Analeigh Tipton, Nicolas Phongpheth, Luca Angeletti, Loïc Brabant, Pierre Grammont, Pierre Poirot, Bertrand Quoniam, Pascal Loison, Pierre Gérard, Isabelle Cagnat, Frédéric Chau

Sinopsis: Johansson da vida a una mujer obligada a ejercer de mula (de drogas) y que adquiere poderes sobrenaturales cuando la bolsa de la droga se rompe y los narcóticos entran en contacto con su cuerpo. Entonces, se convierte en una máquina de matar, con una memoria prodigiosa y una velocidad del rayo.

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 3 estrellas

Aparte de destreza técnica, otra cualidad he de reconocerle a esta nueva e impactante producción del inefable y taquillero cineasta galo Luc Besson (KAMIKAZE 1999, EL GRAN AZUL, LÉON EL PROFESIONAL, NIKITA DURA DE MATAR, JUANA DE ARCO, EL QUINTO ELEMENTO), su desfachatez. También despliega el primer y más sagrado mandamiento, el de no aburrir. Pese a ello no me considero un fan furibundo de LUCY, pues esa desfachatez señalada acaba suponiendo a la vez un lastre en algunos momentos.

Su absurda y delirante trama en la que mezcla acción al estilo hollywoodiense y asiático, atrabiliarias reflexiones seudocientíficas y fantasía casi new age, funciona razonablemente bien dentro del delirio que supone en todo instante, consumada en un final que a lo mejor hubiera hecho las delicias del mismísimo Kubrick de 2001: UNA ODISEA DEL ESPACIO. Y todo esto surge porque parece ser que el ser humano tan solo utilizamos un diez por ciento de nuestra capacidad cerebral.

Para su mayor gloria, una de sus grandes apuestas, Scarlett Johansson, heroína femenina elevada a la máxima categoría, vuelve a revelarse como una baza segura, irresistible. Llena la pantalla de vértice a vértice, desprende en considerables dosis fascinación y magnetismo interpretativo, dentro de un registro que ante todo requiere contundencia física, algo de lo que la actriz estadounidense ya de por sí sobrada, aquí amplifica a la enésima potencia.

Además, se encuentra rodeada de presencias tan sumamente estimulantes como las de alguien de quien ya no hace falta decir nada más como Morgan Freeman, una aún más breve de la ex patinadora Analeigh Tipton (la compañera de piso de Lucy a la que le dice que se tiene que cuidar el hígado) o el expeditivo coreano Choi Min-sik, inolvidable protagonista de la sin par OLDBOY.

Pese a estas magníficas cabezas de cartel, esta tramoya requiere complicidad por parte del espectador para poder disfrutarla convenientemente, que ciertos prejuicios o repeluses se arrinconen. Quien solamente acepte en exclusividad premisas rigurosas o realistas, lo más probable es que se le atragante. En cambio, quien expanda sus gustos a otro  tipo  de resoluciones más enloquecidas puede pasar un muy buen rato, o como mínimo distraído.

Hay una tercera vía, aquellos quienes superados ese planteamiento argumental y hasta visual, no la acabamos de abrazar incondicionalmente porque al fin y al cabo con los disparates artísticos no se tiene el porqué transigir con todo. Aquí, su conclusión o alguna sanguinolenta secuencia de hospital me provocan cierto rebose de condescendencia.

En cualquier caso, admito encontrarme ante una de las propuestas más insólitas, inclasificables y delirantes de la temporada. El hecho de que no me acabe generando una total incondicionalidad, no es óbice alguno para reconocerle singularidades y méritos, algunos señalados en esta reseña.

Por momentos pareciera que sus creadores la hubieran filmado tras la ingesta de alguna ligera dosis de la droga aquí inventada, seguro que en algunos casos para alborozo del espectador más propenso a la hiperactividad y a la imagen en puro y explosivo movimiento.

 

José Luis Vázquez

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