El por mí tantas veces reivindicado pese/o gracias a sus excesos actor estadounidense Nicolas Cage se encuentra desde hace un tiempo en horas bajas. Cada vez se acumulan en mayor proporción los títulos desechables en su filmografía. Como esta incursión hollywoodiense del sevillano Paco Cabezas, una historia de ajuste de cuentas y venganzas entre mafiosos irlandeses y rusos.

Uno de sus grandes inconvenientes es que por momentos se fuerza tanto la trama harto previsible que nos propone que llegar a rozar la caricatura imprevista. A eso, sumen una insistente, machacona e injustificada utilización de la cámara lenta, una antipática y desagradable fotografía digital,  más una planificación de escenas atropelladas, espesas, poco diáfanas, rutinarias, y se encontrarán con una buena parte de las razones por las que me parece un subproducto como tantos otros, pero sin ningún rasgo especial que lo distinga.

Ese rasgo bien podría habérselo otorgado al menos un respetable reparto, en el que figuran nombres del merecido prestigio de Peter Stormare o Danny Glover (ARMA LETAL).  Pero, o bien resultan exagerada e inoportunamente gesticulantes, como el propio Cage, o muestran cierta atonía como en el caso de los anteriormente citados, característica que también preside las directrices de los secundarios.

Tal vez si su crispante y exacerbada violencia hubiera sido teñida de cierto sentido del humor, o desplegara parte del ritmo vertiginoso de un exponente mucho más logrado como el díptico VENGANZA protagonizado por Liam Neeson, estaría hablando de una producción con algo más de quilates. Lo ofrecido, es más bien insuficiente y escaso, puede que ni a los más recalcitrantes apasionados de este cine les satisfaga.