Director: Robert Mulligan
Intérpretes: Chris Udvarnoky, Martin Udvarnoky, Uta Hagen, Diana Muldaur, Norma Connolly, Victor French, Lou Frizzell, John Ritter, Loretta Leversee
Sinopsis: A mediados de los años treinta, dos hermanos gemelos viven con su abuela en un pueblo. Son muy diferentes y se verán enfrentados por una terrible rivalidad.
No sé si calificar a esta como una película maldita, antipática por su fondo o de culto, y como tal restringida, en cualquier caso siempre apasionante y a la enorme altura creativa de su mayúsculo director, el estadounidense, neoyorquino para más señas, Robert Mulligan, firmante de varias obras maestras, tales como MATAR A UN RUISEÑO, VERANO DEL 42, LA NOCHE DE LOS GIGANTES, VERANO EN LOUISIANA, AMORES CON UN EXTRAÑO o PERDIDOS EN LA GRAN CIUDAD.
Ya su comienzo resulta de lo más inquietante y plácidamente perturbador. Un plano secuencia se aproxima a través de la copa de los árboles a un inocente niño que está canturreando y jugando con una pistola.
A partir de ahí, ni una gota de sangre vamos a ver en pantalla durante todo el desarrollo de historia. Nada de escenas escabrosas o tremendistas, de sustos facilones, pero la desazón que me deja en el cuerpo una vez finalizada su proyección es enorme, devastadora. De hecho, sus últimos diez minutos resultan verdaderamente escalofriantes, pavorosos, dentro de su sobriedad y ese descubrimiento cotidiano del horror.
Es puro terror psicológico, aunque tal vez con THE OTHER habría que otorgar a esta denominación una vuelta de tuerca e ir un poco más allá… podría ser considerada como terror introspectivo. La demostración que desde la más absoluta de las luminosidades se puede exponer los rincones más oscuros del ser humano, en este caso de la tierna infancia, puede que no tan tierna como se puede comprobar.
Lo que en cualquier caso, terminologías aparte, vuelve a quedar patente es el mimo, la delicadeza, la fascinante sensibilidad que confería Mulligan a sus imágenes. La manera tan aparentemente reposada (siempre a punto de la explosión queda), cadenciosamente calmosa con la que nos va incrustando o sumergiendo en los recovecos más retorcidos y perversos de la niñez, desde una melancolía extraña, una realidad inesperadamente desapacible, desasosegante, atmosférica, resulta francamente admirable. Insinuando más que mostrando en todo momento, sugiriendo en vez de subrayar.
Supone un particular estudio del mito de Caín y Abel, de la maldad en su fase más incipiente y, por tanto, más desoladora e imprevista, cuyo origen literario hay que buscarlo en una novela del escritor y actor (¿recuerdan al protagonista de la soberbia EL CARDENAL?) Tom Tryon, encargado a su vez de trasladarla a la gran pantalla.
Como pueden comprobar, su reparto no está conformado por grandes o rutilantes estrellas, lo que le concede una gran credibilidad a la historia. Los gemelos protagonistas y ficticios fueron interpretados por sendos equivalentes reales, Chris y Martin Udvanorky, los cuales jamás volvieron a repetir en ninguna otra producción, aquí comenzó y se acabó su carrera. La abuela está encarnada por la poderosa presencia de Uta Hagen, una profesora de primeros espadas de la actuación, que hacía aquí, a sus 53 años, su debut ante las cámaras. A destacar también la bella y en esta ocasión lánguida Diana Muldaur como madre de los chavales.
El compositor, Jerry Goldsmith, el mismo que nos transmitiera inmejorables recuerdos del pasado de unos críos o adolescentes en las anteriormente citadas MATAR A UN RUISEÑOR o VERANO DEL 42, vuelve a resultar reconocible en su lírico estilo y a aplicar misterio a las imágenes.
En la edición de 1972 del Festival de Sitges, por aquél entonces denominado simplemente de Terror, obtendría merecidamente el premio al mejor director.
José Luis Vázquez
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