Irrelevante, inofensiva comedia boxística. Teniendo como referentes las celebérrimas ROCKY y TORO SALVAJE, se puede contemplar como una prolongación en tono paródico de aquéllos personajes, el ficticio Rocky Balboa y y el muy real Jake La Motta.

Algún colega la ha considerado como una secuela tardía y otoñal de ROCKY en sus pasajes más serios, que son más bien pocos. Es posible, pero ese símil se encuentra un tanto cogido con pinzas.

Lástima que cuente con un director tan impersonal como Peter Segal, no demasiado capacitado para sacar la adecuada punta a algunos momentos ocurrentes de partida, pero que plasmados en pantalla quedan en un tanto desmayados.

Por otra parte, los varios asuntos argumentales que convergen se encuentran un tanto deshilachados y sin una conexión adecuada.

Se puede llegar a agradecer la apreciable falta de sentido del ridículo de sus dos sesenteros protagonistas, Sylvester Stallone y Robert De Niro. Se prestan a las innumerables payasadas que les proporciona el guión, con un porcentaje mayor de desaciertos que de aciertos.

Descollan mucho más el que hace de hijo de Stallone, Jon Bernthal, el  veterano Alan Arkin que está viviendo una segunda y aún más brillante juventud profesional, aquí un tanto procaz, y una madura pero todavía espléndida Kim Bassinger, un reencuentro que a muchos nos provoca agradecibles recuerdos.

El apelar a dos o tres chistes más o menos afortunados, no me parece un saldo suficiente para pagar la entrada. Es banal, reiterativa, gansota, monótona, plana y con muy poca chicha que rascar.

NI tan siquiera la veo apta para los nostálgicos más irredentos. Se puede agradecer, eso sí, que sea capaz de reírse de sí misma.