PRISIONEROS o el otro lado de nosotros mismos, bien podría ser así titulado este comentario. PRISIONEROS o el pozo en el que podemos convertir nuestra existencia si somos presos de nuestros sentimientos, de nuestros principios, de nuestra propia ética. PRISIONEROS… constituye el poderoso, el sensacional debut en Hollywood del imponente cineasta canadiense Denis Villeneuve, que ya nos asombrara a muchos hace poco más de dos temporadas con la estremecedora INCENDIES, título que deberían recuperar urgentemente quien no lo haya hecho hasta el momento. 

Cabría ser encuadrado dentro del psychokiller subgénero niños desaparecidos o secuestrados. Sus influencias son evidentes, van desde MYSTIC RIVER hasta ADIÓS, PEQUEÑA ADIÓS, o de SEVEN a ZODIAC de David Fincher, respecto a estas dos últimas resultan muy acusadas. Se puede rastrear en planos casi calcados, ambientación, lluvia, lugares lóbregos, sótanos de casas… en decenas de detalles. Pero cuidado, ello no conlleva copia sin más o mimetismo. Todo lo contrario, en este caso, es un legítimo referente convenientemente reciclado.  

Villeneuve nos propone un relato crispante, tenso, tremendo, desgarrador, angustioso retorcido, complejo, absorbente, asfixiante, tortuoso que bucea en nuestras zonas más oscuras. Utiliza elegante e intensamente su cámara, maneja los travelling de manera sutilmente dramática, como esas leves aproximaciones a los edificios que resultan de lo más perturbadoras.  

Y lo enmarca en todo instante, ya desde el mismísimo principio, con esos primeros minutos de aparente bucolismo familiar, en una atmósfera malsana, permanentemente amenazadora. A propósito, brillantísima fotografía del maestro de los claroscuros Roger Deakins.  

Es, además, un estudio de personajes de primerísimo nivel, un incisivo drama sobre la paternidad y la maternidad, una inteligente utilización de los códigos del cine negro, una descripción de unos individuos y una geografía muy del profundo Sur de los USA (de Georgia para ser exacto), en este caso en urbanizaciones de casas desoladas, que no transpiran vida, ni comunicación, un paisaje desolado pese a que lo pueblen seres humanos.

La propuesta cuenta con un factor fundamental, unas interpretaciones de envergadura. Hugh Jackman lleva a cabo el que, probablemente, sea el papel de su vida hasta la fecha, en la piel de un personaje complicado, muy físico que traspasa las lindes de lo debido, que saca lo peor de sí mismo en aras a la mejor de las causas, algo muy humano, muy reconocible.  

Jake Gyllenhaal es su magnífico envés, un tipo que experimenta cierta redención. Les arropan las formidables María Bello, Viola Davis o una irreconocible Melissa Leo (THE FIGHTER, FROZEN RIVER), amén de otras dos apariciones de lo más inquietantes, la de Dylan Minnette (el de las serpientes) y el mentalmente infantil conductor de auto caravana Paul Dano.  

Una película mayor, una de las películas de la temporada, con GRAVITY, con STOKER, con LA MEJOR OFERTA, con RUSH, con STAR TREK: EN LA OSCURIDAD, con EL LADO BUENO DE LAS COSAS, con BESTIAS DEL SUR SALVAJE, con tantas otras.