Estreno en Royal City

 

Marty (1955)

Director: Delbert Mann

Intérpretes: Ernest Borgnine, Betsy Blair, Esther Minciotti, Joe Mantell, Karen Steele, Augusta Ciolli, Jerry Paris, Frank Sutton, James Bell, Robin Morse

Sinopsis: Marty es un carnicero solterón que todavía vive con su madre. Suele salir con frecuencia con sus amigos por la noche, intentando encontrar a alguna chica con la que compartir su vida y hacer planes para el futuro. (FILMAFFINITY)

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

“Me he pasado todos los sábados de mi vida buscando una chica”. Esta frase que exuda verdad, sinceridad, normalidad cuando alguien no lo tiene en la vida tan fácil como otros u otras, podría condensar el espíritu, la sazón, la sustancia dramática de esta pequeña, humilde, pero portentosa película que en el ya lejano 1956 fuera la gran revelación de la ceremonia de los Oscar al cosechar cuatro de las 8 estatuillas a las que estaba nominada.

Cuatro nada baladíes, ni más ni menos que las que están consideradas entre las 5 mejores: película, director, actor y guion adaptado. Se quedaron en el tintero fotografía (soberbia, de Joseph LaShelle), actriz de reparto, actor de reparto (Mantell) y dirección artística.

Y cuando me refería a lo que de revelador resulta esa frase, quería referirme a que esto va sobre la soledad (la no elegida), y sobre muchas más cosas claro, pero fundamentalmente va sobre eso. Sobre como dos seres humanos, hombre y mujer, corrientes y molientes, tirando a patitos feos, tímidos y desatendidos, invisibles que se diría hoy en día, se acaban encontrando.

Porque es muy duro, siempre lo es, intentar besar a la chica o al chico, que piensas que es el elegido y sufrir rechazo (aunque esto devengue aquí en un volantazo de freno y marcha atrás). Por supuesto, esto le puede pasar a cualquiera, adonis, venus, millonario o pobretón, pero se agrava la cosa un tanto cuando quien lo padece está demasiado acostumbrado al rechazo. De esta materia argumental está compuesta la sensible y extraordinaria MARTY.

Y lo que ahora no tendría nada de especial, detenerse en la love story, de dos personas no agraciadas, retraídas incluso, en el Hollywood de aquella época supondría todo un acontecimiento, un terremoto si me apuran, pues hasta ese momento lo habitual –con excepciones, SU MILAGRO DE AMOR por ejemplo, hay más- era más bien reflejar los romances de gente muy guapa o glamurosa. Por tanto esta irrupción rompió moldes, constituyó una historia de amor nada convencional, en el que el corazón todo lo puede o lo vence. Y eso sí, cálida, humana, conmovedora… y más reconfortante que aleccionadora, aunque lo segundo también lo contemple.

Además, familia un tanto constreñidora, pareja, noviazgo, amigos mal metedores, fracaso, esperanza son los nudos, gordianos o no, con los que está tejido su argumento y ese extraordinario guion de una sencillez tan aplastante y tan difícil y meritorio por ello de lograr.

Todo esto luego hay que saber adaptarlo en imágenes y diálogos. Y quien mejor para ello que quienes lo habían plasmado en televisión un par de años antes, el director Delbert Mann, que con este trabajo hacía su debut en la gran pantalla, y el incisivo y aquí delicado guionista Paddy Chayefsky. Le confieren entre los dos un  carácter naturalista, realista, veraz, que le sienta de perlas. Para su mayor credibilidad fue rodada en escenarios naturales… en tan solo 16 días, lo que habla a las claras de su vocación modesta. Por cierto, de su producción se encargaron el mítico Burt Lancaster, este de manera encubierta, y el que era su socio en esos menesteres en esa época, Ben Hecht. Hicieron todo un negociazo, pues costó 350.000 dólares y reportó a la productora diez veces más. Fue la primera película ganadora de la máxima estatuilla en la que los gastos publicitarios excedieron a los propios del rodaje. Un hecho de lo más revelador.

En su traslación fueron respetados la mayoría de los actores secundarios (Joe Mantell, Esther Minciotti… está ambientada en la zona italo-americana del Bronx neoyorquino), pero la pareja principal fue sustituida. Es decir, Ernest Borgnine y Betsy Blair, sustituyeron a los por entonces no muy conocidos –este sí adquiriría poco tiempo después considerable relevancia- Rod Steiger y Nancy Marchand. Ambos lo bordan, se salen.

El gordinfloncete y grandote como armario ropero Ernest Borgnine otorga título con su nombre de ficción a ese carnicero bonachón, torpón, dominado por una madre posesiva. Le imprime a ese “tipo que no gusta a las mujeres” un encanto, una afectividad, una humanidad, patente en todo instante, pero en algunos concretos especialmente. Como en esa llamada de teléfono pidiendo cita por ejemplo. Hay varios más. Y un aparte precioso, el del baile, en el que la cámara va girando encima de los dos. Se muestra entrañable incluso estalla iracundo.

Por su parte, Betsy Blair poseía un rostro que incitaba a la mayor de las ternuras. En aquel momento era una de las perseguidas, de las que figuraba en las listas negras del nefando senador McCarthy. Casada con Gene Kelly, una estrella todopoderosa por entonces, no cejaría en su empeño hasta conseguir que le concedieran un papel en el que ella creía firmemente, hasta el punto de que volvería a repetir otro parecido en la España franquista de un año después gracias a la espléndida CALLE MAYOR de Juan Antonio Bardem (tal vez el mejor trabajo de su filmografía, incluyendo la referencial MUERTE DE UN CICLISTA), trasunto de LA SEÑORITA DE TREVÉLEZ de Carlos Arniches.

 Y algún día deberé detenerme mucho más en quienes les dirigiera tan primorosamente, en el gran Delbert Mann (no confundir con otro aún más grande, Anthony), uno de los indispensables procedentes de la televisión a los que como tal conoció, la Generación de la Televisión (incluyan a Sidney Lumet, Martin Ritt, Robert Mulligan, John Frankenheimer), que renovaron, refrescaron conveniente y poderosamente el panorama de la industria norteamericana de los 50.

Suyos son títulos tan excelentes y variados como LA NOCHE DE LOS MARIDOS (de nuevo con Chayefsky en la escritura), una preciosa versión para la caja cuadrada que se estrenó en cines de JANE EYRE (con George “Patton” C. Scott y Susannah York), EN MITAD DE LA NOCHE (impresionante melodrama con tonalidades de noir), PIJAMA PARA DOS (título de oro de la divertidísima pareja Rock Hudson/Doris Day), SUAVE COMO VISÓN (Day en esta ocasión con el siempre inmenso Cary Grant), FIEBRE DE CODICIA, EL SEXTO HÉROE (con Tony Curtis encarnando a uno, el más desconocido y marginal, de los héroes de la clavada de bandera en Iwo Jima), CUIDADO CON EL MAYORDOMO, FUGA DE NOCHE, DESEO BAJO LOS OLMOS y unos cuantos más de elevado nivel.

Aquí retrataría los recovecos del alma humana con un buen gusto, finura, consideración y sutileza dignos de figurar en cualquier antología que se precie.

Y verán que aunque esté ubicada en un tiempo concreto, este no ha pesado en absoluto para valorar y disfrutar de su enorme calidad… y ojo, apreciar cuestiones, temas, asuntos y cuestiones válidos hoy y acullá.

Frase:

“Ella es un hueso y yo soy gordo y feo, lo único que sé es que anoche lo pasamos muy bien, ¿entiendes?” 

José Luis Vázquez

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