Director: Inés de León
Intérpretes: Leticia Dolera, Amaia Salamanca, Javier Rey, Mariam Hernández, Daniel Pérez Prada, Brays Efe, Santiago Segura, Walter Orellana
Sinopsis: Roberto (Rey) y Daniela (Salamanca) son dos hermanos que viven en un mundo de riqueza y glamur gracias a la naviera que heredaron de su padre. Ambos comparten la dirección de la empresa, aunque tienen una actitud totalmente opuesta ante la vida: Daniela es minuciosa y perfeccionista; Roberto, en cambio, es un genio visionario que odia la meticulosidad de su hermana. Sin embargo, ambos encuentran la salida a sus desavenencias cuando se enamoran de la misma mujer: Isabel (Dolera), una monologuista a quien Roberto ha contratado para que seduzca a Daniela y así vuelva a ser tan divertida como lo era antes de tomar la dirección de la empresa.
A los diez minutos, más o menos, de comenzada la proyección de ¿QUÉ TE JUEGAS? intuyo que lo que viene a continuación no creo que mejore lo penosamente –siempre hay posibilidad para la sorpresa- visto hasta ese momento sino, que tal como sucede, puede incluso empeorarlo.
La racha que llevo con la comedia manufacturada este 2019 en España comienza a ser preocupante. Nada que ver con hace temporada y media cuando engarcé aquel estupendo póker compuesto por LA LLAMADA, PERFECTOS DESCONOCIDOS, MUCHOS HIJOS UN MONO Y UN CASTILLO y CAMPEONES).
Siento ser tan contundente, o lacerante pensarán algunos (aseguro que no es mi estilo, y con quien más me suelo ensañar es con aquellas obras fallidas que hacen de la ostentación, la impostura o la petulancia sus señas principales, por eso soy con ellas más drástico… que nunca con sus autores a título personal, vuelvo a repetirlo una vez más), con el debut en el campo del largometraje de Inés de León, sobre todo teniendo en cuenta que el hecho ya de pretender hacer reír le reconozco mérito de partida y considero que es lo más difícil de hacer artísticamente. Pero la decepción es absoluta.
Los problemas parten de un guion verdaderamente pobretón en situaciones y diálogos. Sirva a modo de ejemplo –podría poner muchos más- ese que mantienen Amaia Salamanca y Leticia Dolera, en la que la primera le pregunta a la segunda “¿Te gusta el impresionismo?”, a lo que espeta la segunda, “El impresionismo me impresiona”. Sic.
Insisto, no es una frase aislada, de estas hay unas varias más. Todo me resulta fallidamente absurdo. Y si encima se meten a comediantas dos actrices como las anteriormente citadas que me parecen especialmente nulas para este género, pues ya tienen otro puntal fundamental que se viene abajo. Ni tan siquiera un apuesto Santiago Segura –menudo tipín está manteniendo- como camarero es capaz de salvar fugazmente el entuerto en sus dos breves apariciones.
Les confieso que faltando veinte minutos abandono compungido la sala. Otra oportunidad perdida en los últimos tiempos. Por tanto, quede constancia que mi crítica se limita a la primera hora y cuarto de metraje. Doy casi por hecho que ese tramo final no creo que haya paliado nada de lo anteriormente visto.
A quien corresponda, pues nada más de valioso tiempo pierdo ni les hago perder comentando esta tontada que ni tan siquiera me provoca la sonrisa una sola vez.
José Luis Vázquez
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