Estreno en Royal City

 

De aquí a la eternidad (1953)

Director: Fred Zinnemann

Intérpretes: Burt Lancaster, Montgomery Clift, Deborah Kerr, Frank Sinatra, Donna Reed, Ernest Borgnine, Jack Warden, Philip Ober, Mickey Shaughnessy, Harry Bellaver, John Dennis, Merle Travis

Sinopsis: Año 1941. El soldado Prewitt (Montgomery Clift), que acaba de llegar a la base militar de Pearl Harbor en Hawai, es un antiguo boxeador retirado del ring. El capitán Holmes (Philip Ober), conocedor de sus habilidades como púgil, intenta que se una al equipo del ejército, pero Prewitt rechaza la propuesta. A partir de ese momento se ve sometido a toda clase de castigos y humillaciones tanto por parte de sus superiores como de sus compañeros. Sólo cuenta con la amistad y el apoyo del soldado Angelo Maggio (Frank Sinatra). Mientras tanto, el sargento Milton Warden (Burt Lancaster) y Karen (Deborah Kerr), la mujer de Holmes, viven una historia de amor adúltera. Pero la vida de todos cambiará con el ataque japonés a Pearl Harbor. (FILMAFFINITY)

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

El austríaco-estadounidense Fred Zinnemann no debió ser tan estudiado como otros colegas y paisanos suyos por los chicos de Cahiers du Cinéma y, además cometió el pecado para la crítica “ilustrada” de ganar ni más ni menos que 4 Oscar (dos por cortometrajes –THATS MOTHERS MIGHT LIVE y BENJY- y 2 largometrajes –UN HOMBRE PARA LA ETERNIDAD y el que aquí me ocupa-), por lo que tal vez no haya gozado de la consideración de tantos otros –más o menos- coetáneos suyos como Wilder, Preminger, Wyler, Hawks, etc.

Da igual, es uno de los grandes incontestables. Curiosamente de los pocos de su generación europea cuya diáspora a los USA no respondería a motivos políticos sino estrictamente profesionales. Quería aprender cine en América. Y a fe que lo consiguió. Cuarenta años de profesión y una veintena de extraordinarias películas acabaran siendo su principal bagaje. Lo cual demuestra que era un profesional que seleccionaba con mucha paciencia sus proyectos y era concienzudo y estricto en su caligrafía.

Algunos lo llegaron a despachar con eso tan socorrido y desdeñoso de artesano. A mí el término y el concepto asociado al Séptimo Arte (y, sobre todo, a los USA), me parece uno de los mayores, si no el mayor elogio que se puede hacer a quien se coloca tras las cámaras. Ahí está el ejemplo de Michael Curtiz, o el del propio John Ford si me apuran (él nunca tuvo la percepción de autor... ni seguramente la hubiera solicitado).

DE AQUÍ A LA ETERNIDAD, título tal cual el original –FROM HERE TO ETERNITY-, extraído de una cita de poema del grandísimo Rudyard Kipling publicado en 1892 –GENTLEMEN-RANCKERS- acerca de tres soldados del Imperio Británico que “perdieron su camino” y fueron “condenados desde aquí hasta la eternidad” (Wikipedia dixit), la rueda entre dos títulos fundamentales en su filmografía, el emblemático western SOLO ANTE EL PELIGRO y el vitalista y teatral musical OKLAHOMA.

Añadan al feliz recuerdo de otras memorables producciones suyas, LOS ÁNGELES PERDIDOS (su primer encuentro con Clift tres años antes), TRES VIDAS ERRANTES (el posterior reencuentro con Kerr casi una década después), HISTORIA DE UNA MONJA (con una divina y terrenal a la vez Audrey Hepburn), la también multi oscarizada UN HOMBRE PARA LA ETERNIDAD, TERESA y JULIA.

Zinnemann ejecuta aquí uno de sus trabajos de alta precisión e inspiración hablando a las claras de asuntos un tanto vedados hasta el momento, como la vida castrense, en los cuarteles, y el adulterio (igualmente añadan sadismo, alcoholismo, prostitución, corrupción y abuso de poder militar). Y aunque maneja la(s) pasión(es) en ambos casos, lo hace de esa manera tan suya, exquisita, elegante y contenida.

Regala de paso un buen puñado de secuencias magistrales. Para no chafar demasiado a quien no la haya visto, me referiré –sugiriéndolas sin más- tan solo a tres, seguramente el trío con el que todo buen aficionado asocia a esta película: el toque de corneta con sonido de duelo de Prewitt, la sugerida pelea a navaja y la icónica, la que otorgaría cartel y santo y seña, secuencia de la playa, con los dos amantes –Kerr y Lancaster- semi enterrados en la arena. En el rodaje de la misma participaron más de 100 personas y tuvo lugar durante tres días, pues quisieron hacer coincidir el beso con un buen golpe de oleaje. Se filmó en escenarios naturales de la playa Halona Cove, en Oahu, Hawaii.

Precisamente la historia, basada en el merecidamente exitoso best seller de James Jones, transcurre en la base militar de Pearl Harbor en los días previos al ataque japonés que provocaría la entrada de Estados Unidos en el segundo conflicto bélico mundial.

Así pues, guerra, drama y romance, se alían en perfecta armonía, servidos por un extraordinario guion del perseguido Daniel Taradash (PICNIC, LLAMAD A CUALQUIER PUERTA, ENCUBRIDORA) y un reparto de cine, mítico.

Ni más ni menos que aquí convergieron Deborah Kerr (en un papel inicialmente reservado para Joan Crawford, le serviría para romper su imagen virginal), Burt Lancaster (recio, poderoso y tremendo, como era norma en él), Frank Sinatra (merecidísimo Oscar como actor de reparto), Donna Reed (bellísima, otro inapelable Oscar, excelente actriz siempre, en esta ocasión haciendo de una prostituta más o menos encubierta)… y un puñado de secundarios a idéntica altura (el popular camionero televisivo Claude Akins, Ernest Borgnine haciendo un cruel malo de impresión, Jack Warden, el primer Superman George Reeves o el siempre entrañable Mickey Shaughnessy).

Hollywood la premiaría merecidísimamente con ocho estatuillas, de las trece a las que fue nominada: película, director, actor de reparto, actriz de reparto, guion, fotografía, montaje y sonido.

La Biblioteca del Congreso de Estados Unidos la seleccionaría en 2002 para su preservación en el National Film Registry.

Espléndida, mítica.

Frases:

“Nunca en mi vida me había sentido infeliz hasta que me enamoré de ti, pero no renuncio ni a un solo instante” (Burt Lancaster)

“-Un hombre que no sigue su propio camino no es nada, -Un hombre puede tener convicciones y defenderlas, pero no aquí, en el ejército sólo se puede obedecer” (Montgomery Clift y Burt Lancaster)

José Luis Vázquez

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