No entiendo nada. No tengo en ningún momento claro que es lo que me han querido contar aquí, si una comedia excéntrica y absurdamente melancólica, un drama, una de robos o incluso una de indios…

Digo esto último porque en su rotundamente fallida desfachatez llega a recrear fugazmente el plano casi final de Wayne y Wood de la mítica CENTAUROS DEL DESIERTO. Incluso cita de pasada a CASABLANCA, Harpo Marx (y Dalí) y CHINATOWN. Todo en balde, sin interés alguno, salvo el de la mera cita o el de una supuesta cinefilia que en este caso solo interesa al autor… porque lo que es aplicada a su propuesta sale rana se mire por donde se mire.

He de confesar que en algunos momentos me quedo pasmado, completamente perplejo, por su escandalosa incoherencia narrativa y su pretendido humor entre ridículamente surrealista e indeterminado.

La confusión se apodera de mí prácticamente desde el comienzo. Es farragosa a más no poder. Y ridícula, muy ridícula. Y que quede claro siempre, que con dicho término me refiero exclusivamente a lo que me genera la obra artística, no sus responsables, pues el don artístico o profesional se tiene o no se tiene, sin menoscabo de lo personal. Esto que es de cajón, no se crean que lo es tanto en la práctica.

Qué pena que deambulen por esta sarta de sub historias inconexas intérpretes de la categoría de la oscarizada Luisa Gavasa (parece ser que este es un proyecto surgido en su tierra aragonesa), Manuel Manquiña o Álvaro de Luna (en su postrer interpretación para la gran pantalla). Nada pueden hacer por salvar lo insalvable pese a su esfuerzo.

Una calamidad sin la más mínima o posible redención. Un desperdicio. Una verdadera pérdida de tiempo (no me salí de la sala porque me esperaba otro estreno a continuación, afuera hacía fresquito y estaba cómodo en la butaca). Un fiasco en toda regla.