Director: Howard Hawks
Intérpretes: John Wayne, Dean Martin, Ricky Nelson, Angie Dickinson, Walter Brennan, Ward Bond, John Russell, Pedro González González, Estelita Rodríguez, Claude Akins, Malcolm Atterbury, Harry Carey Jr., Bob Steele
Sinopsis: El sheriff Chance (John Wayne) encarcela por asesinato al hermano de un poderoso terrateniente que intentará liberarlo por todos los medios. Para impedirlo, Chance cuenta con la colaboración de dos ayudantes: un alcohólico (Dean Martin) y un viejo tullido (Walter Brennan), a los que se une un joven y hábil pistolero llamado Colorado (Ricky Nelson). Todos ellos se encierran en la oficina del sheriff para impedir que el preso pueda ser liberado antes de que llegue la autoridad estatal para llevárselo.
Crítica 1
RÍO BRAVO fue la réplica rotunda, sin miramientos y sensacional a SOLO ANTE EL PELIGRO. Su director, Howard Hawks no entendía que un sheriff suplicara ayuda para enfrentarse a unos facinerosos, pensaba que iba en la placa y en el sueldo aguantar el tipo. De ahí que surgiera esta auténtica cima del western, pero yo no estoy dispuesto a ensalzarla echando por tierra a la excelente película de Fred Zinnemann con Gary Cooper, y eso teniendo en cuenta que si tuviera que elegir una preferiría esta que aquí me toca reseñar. Acumula méritos más que sobrados para no necesitar compararla con ninguna otra.
Estamos ante un western esencialmente nocturno, aunque las generosas escenas de las claridades del día están magníficamente resueltas. Teatral en el mejor sentido del término. Tenso, opresivo y resolutivo. Y aunque no haya espacios abiertos se palpa en todo momento la oxigenación de este tipo de historias. Y, sobre todo, es un canto a la profesionalidad y a los amigos. Puro Hawks.
Nos habla de vejez, juventud, amores maduros, tipos alcoholizados por culpa de un Cupido errático, valentía sin afectación, dignidad, sentido del deber, cachorros en sazón, veteranos incombustibles (qué grande Walter Brennan, probablemente el mejor característico de la historia), verdadera camaradería.
Por supuesto hay rifles, caballos, tiroteos, salones de baile y juego y alguna que otra melódica, sedosa y bella canción. Para compensar, también suena una llamada al degüello, como la que mandaba tocar el General Santa Ana a sus tropas durante el acoso de El Álamo.
Es una obra ya de plenitud, de madurez, vitalista, inasequible a cualquier desaliento. Que no se puede contar mejor. En la que sus encuadres, sus planos, poseen una medición de las distancias y una precisión magistrales (como creo haberle leído en una ocasión a Miguel Marías… o algo parecido, ya saben que la memoria suele traicionar a veces). Narrativa visual y coloquial en estado puro.
Hawks demuestra ser tan moderno como el que más, Sin necesidad de refugiarse o escudarse en autorías o textos comprometidos para mostrarse como el más alternativo, jugando con una puesta en escena ejemplar y un montaje a idéntica altura. Y encima su cine lo entiendía todo el mundo.
Porque es cine de emociones, de sentimientos, de exponer las cosas en un perfecto orden gramatical, prístino, capaz de regalar miradas que por sí solas lo dicen todo, esclarecedoras (esa de Martin a propósito de una escupidera… todas las de Wayne, siempre solidarias, aún las más bruscas). Y presentarnos a chicas preciosas, con iniciativa, belleza, personalidad, mundo y recorrido (esa Angie Dickinson, madre mía, sale esplendorosa).
Qué caray, es RÍO BRAVO, película que alimentó alguno de mis primeros sueños en celuloide. Y que vista mil veces siempre me vuelve a sorprender, conmover y ganarme para su causa. Sin aspavientos, desde el oficio y la sobriedad de los que pueda hacer gala el mejor garante de la ley. Que se puede ver de niño, de joven, de adulto, de viejo… y no solo no cansar jamás, sino resultar en cualquiera de esos períodos de la vida, situación o estado anímico, un chute revitalizante. Una obra maestra como la catedral de Santiago de Compostela.
Sobre este magistral original, con nombres y localizaciones diferentes, pero con personajes cortados por el mismo patrón, Hawks acometería ocho años después otra maravilla en la misma estela… un copión remozado titulado EL DORADO. Mucho más crepuscular, más de retirada, casi de reflexión sobre un tiempo que se va y otro que viene, como pasa siempre al cabo de los años, pero sin argüir tonos lastimeros ni plañideros. Esto es que además no casó nunca con la forma de ser y estar del formidable cineasta estadounidense. Todo lo contrario, acometía y combatía las adversidades con gran humor.
Imprescindible. Una de las “masterpiece” incontestables del género.
Crítica 2
Parece ser que RÍO BRAVO (RIO BRAVO) surgió como un ajuste de cuentas de su director, Howard “Winchester” Hawks, con SOLO ANTE EL PELIGRO (HIGH NOON), cuyo visionado le había contrariado no por su calidad técnica, indiscutible, sino por la imagen ofrecida de un sherif que “suplicaba” ayuda para llevar a cabo su cometido profesional. Pues bien, aquí el defensor de la ley, también recibe apoyos, pero estos son otorgados con otro carácter, de otra manera.
De nuevo en su cine, un grupo humano de profesionales haciendo frente al peligro, al riesgo, en este caso a una pandilla de facinerosos encabezados por un oligarca. Apelando otra vez, no al lloriqueo, sino al sentido del deber, a la camaradería y a generoso y fino sentido del humor.
Ese clan de primeras estrellas lo conforman John Wayne, puro héroe puesto al día de la mitología griega, un actor tan excelente y no tan reconocido como se debiera como así me ha parecido siempre Dean Martin (disfrútenlo como amigo de Frank Sinatra en esa obra maestra de Minnelli titulada COMO UN TORRENTE o en EL PÓKER DE LA MUERTE, entre otras), el joven “rocker “ Ricky Nelson y ese rey de reyes de los actores de reparto que fue Walter Brennan (el más oscarizado de la historia en este apartado: tres veces), permanentemente quejica, pero inasequible al desaliento y al concepto más sentido de algo tan fundamental para la supervivencia de todo tipo como es la amistad.
Los títulos de crédito con esa melodía de Dimitri Tiomkin que ya arrastra y encoge, darán pie a una catarata, a una sucesión de imágenes nada exhibicionistas pero de un rigor, de una narrativa compacta, emocionante e inapelable, de maravillosas réplicas y diálogos, de una historia de amor desfasada por edad (¡qué guapa la futura mujer policía Angie Dickinson!) pero perfectamente creíble, del eco de un Degüello que no se ejecutará sobre a los que va destinada, de esa manera de hacer cine parece que irremisiblemente perdida aunque, afortunadamente, Eastwood todavía se resista a colgar los guantes y continúe manteniendo esa antorcha.
Rio Bravoooo Río Bravoooo, melodía que percute desde mi infancia. Cómo es esa primera secuencia protagonizada por un borrachín y deshauciado Martin humillándose para recoger una moneda arrojada a una escupidera para costearse una copa. Su rostro es todo un poema y esta secuencia no puede ser más virtuosa.
Y Wayne de nuevo gigantesco, titánico, homérico. Tanto acudiendo en socorro de su amigo, como tomándole el pelo a su veterano compañero o descreído inicialmente con las mujeres, pasando por el aro después. Y chinchando a Brennan (entrañable su Stumpy), éste siempre animoso arrojando cartuchos de dinamita a los sicarios porque los valientes, aunque sean cascarrabias, no andan tan solos como dice el refranero… y además nunca mueren, permanece su recuerdo, su estela, su aura.
Benditos sean todos estos dioses del cine americano por tantas horas impagables concedidas a un niño que jamás dejará de serlo… aunque sea consciente que el mundo no es un lugar precisamente de tan buenos sentimientos, conceptos o ingenuidades. También eso lo muestra uno de los más grandes westerns de la historia.
Obra maestra per secule seculorum.
Frases:
“Yo diría que es tan buen pistolero que no tiene que demostrarlo” (John Wayne)
“Bueno, no me importa quedarme solo, ya estoy acostumbrado” (Walter Brennan)
José Luis Vázquez
©2025 Ciudad Real Digital | www.ciudadrealdigital.es