Director: Frank Ryan
Intérpretes: Deanna Durbin, Joseph Cotten, Charles Winninger, Ludwig Stössel, Nella Walker, Gus Schilling, Samuel S. Hinds, Evelyn Ankers, Fay Helm
Sinopsis: La joven Penny Craig se ha convertido en una encantadora señorita de la alta sociedad. En su deseo de no separarse de su novio, el piloto Bill Morley, encuentra trabajo en una fábrica de aviones durante la Segunda Guerra Mundial, pero, consciente Bill de que su vida corre peligro al haber sido destinado al frente de batalla, rompe su compromiso con Penny, algo que la enamorada muchacha quiere evitar a toda costa...
Un adecuado homenaje para recordar a la niña prodigio Deanna Durbin, rebautizada Diana en España, fallecida el 17 de abril de 2013 a la edad de 91 años en el pueblecito francés, Neuphlé-Le-Chateau, al que se retiró en plena cumbre de su fama a la prematura edad de 28 primaveras.
Hoy en día ya prácticamente nadie la recuerda, pero la importancia, a efectos de popularidad, de esta actriz de origen canadiense, fue enorme a finales de la década de los treinta y comienzos de los 40. Fue la mejor pagada del Hollywood del momento. Se llegaron a crear muñecas con su efigie y su primer beso en pantalla adquirió más relevancia en los periódicos de la época que cualquier otro acontecimiento.
Ya crecidita -21 años- protagonizó esta comedia patriótica con el inefable y elegante Joseph Cotten. En esta ocasión no la dirigió el habitual –y excelente, intenten ver algún día esa obra maestra protagonizada por monjas titulada HABLAN LAS CAMPANAS- Henry Koster, sino el menos relevante Frank Ryan que, debo reconocer, realizó un impecable trabajo al servicio de la actriz… y también de la historia, por mucho que esta tuviera unos perfiles un tanto transitados. Digo esto porque su base y sustento fueron los de la típica producción de retaguardia para elevar el ánimo de los combatientes.
Pero aun así, cuidado con ese tipismo porque la película tiene una robustez considerable. Es una de esas tantas debilidades mías que me provocan un enorme placer cada vez que las visiono. Tiene el encanto, además, de lo ya caduco pero irresistiblemente embriagador.
Y tiene un número en especial, el célebre BEGUIN THE BEGUINE que, aparte del bailado por Astaire y Powell para LA NUEVA MELODÍA DE BROADWAY es, posiblemente, la mejor versión que se ha hecho del mismo en la gran pantalla. Todo un despliegue espectacular y emotivo.
Supuso la tercera y última entrega de una mini saga comenzada con TRES DIABLILLOS en 1937, continuada con SU ÚLTIMA DIABLURA (1939) y cuyo colofón sería esta gran y desconocida LAZOS ETERNOS, en el original HERS TO HOLD, de 1943.
Presenta dos partes claramente diferenciadas. La primera es una comedia muy divertida y de altos vuelos. La segunda, imbuida por el trasfondo bélico del momento, adquiere legítimos tintes melodramáticos e igualmente es muy apreciable. Es una maravillosa película de corte sentimental que puede hacer derramar más de una lágrima.
Durbin volvió a estar arropada de una pléyade de esos maravillosos secundarios que tanto lustre y esplendor dieron a la época dorada de Hollywood. Nombres que a lo mejor no les supongan nada, pero rostros difícilmente olvidables, si en algún momento de su vida se han aplicado algunas pequeñas dosis de este cine clásico. Charles Winninger o Ludwig Stossel por ejemplo.
Una verdadera delicia que obtuvo una nominación al Oscar a la mejor canción original.
José Luis Vázquez
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