Director: Corin Hardy
Intérpretes: Taissa Farmiga, Demian Bichir, Bonnie Aarons, Charlotte Hope, Ingrid Bisu, Jonas Bloquet, Jonny Coyne, Manuela Ciucur, Jared Morgan, Sandra Teles, Boiangiu Alma, Laur Dragan
Sinopsis: Cuando una joven monja en una abadía de clausura en Rumanía se suicida, un sacerdote con un pasado poseído y una novicia a punto de tomar sus votos son enviados por el Vaticano para investigar. Juntos descubren el profano secreto de la orden. Arriesgando no solo sus propias vidas sino su fe y hasta sus almas, se enfrentan a una fuerza maléfica en forma de monja demoníaca, en una abadía que se convierte en un campo de batalla de horror entre los vivos y los condenados.... Spin-off de la película de terror de 2016 'The Conjuring 2'. Producida por Atomic Monster, productora del director de terror James Wan. (FILMAFFINITY)
Al amparo de esta nueva edad de oro que está viviendo el cine de terror estadounidense junto a grandísimos títulos están surgiendo también otros no tan brillantes, de perfil medio o bajo, que contribuyen a darle -otro tipo- de lustre a la industria, pero que resultan de calidad inferior, o a mí al menos así me lo parecen.
Es el caso de esta producción, “spin off” (aprovecho para ya de primeras señalar que prefiero el creado en torno a la escalofriante muñeca Annabelle) de uno de los dípticos recientes que más (me) han calado y apasionado, EXPEDIENTE WARREN, en concreto de su segunda entrega, EL CASO ENFIELD, ambos manufacturados por el maestro James Wan, que aquí se ha reservado el cometido de co guionista y productor, dejando los bártulos de la dirección en manos del –ni mucho menos pretendo ser desconsiderado- inferior Corin Hardy, algo que se nota para mal, o si lo prefieren, para no precisamente muy bien.
Y eso que el comienzo es prometedor, basándose supuestamente en hechos reales y siendo de nuevo –menuda maldición le ha caído al país y a sus gentes- Rumanía el escenario del epicentro de un típico relato de posesiones, entes demoníacos camuflados bajo ropajes de hábitos y sacerdotes exorcistas, más una novicia que todavía no ha tomado los votos. Y que, por cierto, está encarnada por la hermana pequeña de la fascinante Vera Farmiga, ya saben, la que ha sido hasta la fecha la señora Warren y la que vapuleara al mismísimo George Clooney en UP IN THE AIR (EN EL AIRE). Esta otra se llama Tessa, ni mucho menos se muestra tan rotunda como su hermana, tiene además un aire como más delicado y ha manifestado –lo cual me parecen palabras mayores- haberse querido basar en el estilo interpretativo de la divina Audrey Hepburn en HISTORIA DE UNA MONJA. En fin…
Él, el padre Burke, está encarnado por un aplomado y curtido actor de origen mejicano que fuera nominado al Óscar por su espléndida composición en la estupenda UNA VIDA MEJOR, Demian (de nombre idéntico al del protagonista de EL EXORCISTA… Damien Karras) Bichir, que poco puede hacer para elevar el tono de la función, pues su papel tampoco da juego. Y entes malignos y congregación aparte, el tercero en cuestión, el franchute, mejor dicho, el franco-canadiense descubridor del pastel que da origen a la trama principal, esto es, de una monja supuestamente ahorcada, corre a cuenta del actor belga Jonas Bloquet (Vincent en la perturbadora y malsana ELLE de Paul Verhoeven). Bonnie Aarons es quien tiene que pechar con el rol más desagradable y con unas cuantas capas de maquillaje para dar vida a la susodicha del título.
El caso es que no comienza mal, muy de manual sí, pero más o menos resultona, con un planteamiento prácticamente prototípico de este tipo de historias en lo tocante a lo argumental, pero sin duda en todo momento atractiva en su aspecto visual, aspecto que se acaba erigiendo en lo mejor de esta inocua y supuestamente tétrica función. La ambientación en la abadía cerca de los Cárpatos puede tener su encanto para quienes nos consideramos aficionados acérrimos, en algún momento hasta puede remitir a las añoradas producciones Hammer, pero progresivamente la cosa va derivando en un insustancial batiburrillo de sustos no ya solo previsibles, que lo podría aceptar a cambio de que hubieran sido todo lo deseablemente efectivos, sino exhibicionistas a granel, insustancialmente digitalizados y de lo más arbitrarios. Es el susto por el susto sin ese algo más.
Claro que seguramente las salas se atestarán de un público adolescente ávido de este tipo de productos, que parece ser va buscando exclusivamente eso. Y conste en acta que yo en parte también, pero no a cualquier precio.
No contribuye a su desarrollo ni a su progresión una serie de flashes, flash-backs en algún caso, insertados torpemente, sin gracia alguna.
Insuficiente, aunque tampoco podría decir que sea completamente aburrida, al menos en lo que respecta a esos compases iniciales anteriormente mencionados. Pero dado el saldo final, no compensan.
José Luis Vázquez
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