Estreno en Royal City

 

Pasaporte para Pimlico (1949)

Director: Henry Cornelius

Intérpretes: Stanley Holloway, Betty Warren, Barbara Murray, Paul Dupuis, John Slater, Jane Hylton, Raymond Huntley, Philip Stainton, Roy Carr, Sydney Tafler, Nancy Gabrielle, Malcolm Knight, Hermione Baddeley, Margaret Rutherford, Roy Gladdish, Frederick Piper

Sinopsis: A causa de una bomba sin explotar de la II Guerra Mundial se descubre un documento enterrado en Pimlico, una zona específica de Londres. El papel es un tratado que afirma que dicho barrio pertenece a la Borgoña francesa. Tan sorprendente descubrimiento provoca que la "Sección Pimlico", una pequeña comunidad en medio de Londres, se proclame independiente de Inglaterra e intente actuar como tal.

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

Reírse de los nacionalismos chatos, baratos, de medio pelo, esa es una de las aspiraciones nada plastas, más bien todo lo contrario, reconfortantes y tonificantes, concluidas de este deliciosa, satírica y afortunada muestra de la fugaz pero inolvidable productora británica Ealing.

Extraigo más. Por ejemplo, cómo afrontar la posguerra londinense, cómo ir dejándola atrás a base de humor y buen rollo. Descubrir un oasis en medio de la gran ciudad e imaginar –como certeramente apunta el usuario Normelvis Bates- un lugar en el que tomar pintas cuando a uno le da la gana, saltarse las cartillas de racionamiento y poder comprarse medias de nylon. Tirar de risas para combatir la gazuza podría ser un lema apropiado para resumir lo visto en pantalla. Conviene puntualizar que está dedicada a la “memoria de los años del hambre”.

El lugar en cuestión, físico, es un barrio londinense, pero en toda su inicialmente inesperada dimensión, la conferida por sus creadores, la que surge a raíz de la explosión no mortal de una bomba, tras la que sale a la superficie un documento de tiempos medievales que certifica la singularidad del terreno, por el cual dicho enclave se remite al ducado de Borgoña, por tanto, independiente del cogollo que conforma la gran ciudad. Una especie de idealización engañosa en medio del tumulto de la vida urbana. Un supuesto paraíso para estraperlistas y gentes de todo pelaje, aunque la realidad de la vida se acabará imponiendo. Como casi siempre.

La cosa no puede resultar más disparatada, pero está encarada con tanta convicción por los lugareños que no deja de tener su aquél. Claro, hasta que absurdos administrativos de todo tipo acaban desembocando en algo parecido a poner las cosas en su sitio.

El malogrado –fallecería con 44 años, tan solo le daría tiempo a firmar 5 largometrajes- Henry Cornelius, en el que constituye su esplendoroso debut tras las cámaras, ejecutó un trabajo impecable. Con mucho mérito, pues son muchos los actores que aparecen en escena, en pasajes multitudinarios y bulliciosos que le confieren un carácter atractivamente coral. No sería nada disparatado emparentarlo con el cine berlanguiano, al estilo “british” claro.

Fuera de esta égida, el sudafricano nacionalizado en las Islas y de origen alemán, filmaría cuatro años después, en 1953, otra verdadera “delicatesen” a propósito de una carrera de coches antiguos titulada GENOVEVA. La de PASAPORTE PARA PIMLICO sería su única pero brillantísima aportación a la Ealing. También firmaría la primera versión de CABARET en blanco y negro, o sea, SOY UNA CÁMARA (libreto de Christopher Isherwood).

Estas entrañables e ingeniosas producciones, aparte de unos magníficos argumentos que manejaban situaciones un tanto delirantes dentro de un tono realista, se caracterizaban también por una reunión de actores que constituían la flor y nata de las Islas.

Los que aquí intervienen seguramente serán desconocidos para el gran público (es una fiesta de grandes secundarios), sobre todo el español, ya casi lo eran en el momento de su estreno, aunque hay dos que descuellan por méritos propios y que tal vez resulten los más populares: Stanley Holloway, compañero de correrías del grandísimo Alec Guinness en otro memorable exponente de la factoría titulado ORO EN BARRAS (años más tarde sería el padre de Audrey Hepburn en MY FAIR LADY) y la adorable Margaret Rutherford –aquí como una historiadora que otorga reconocimiento al hallazgo identitario-, célebre Miss Marple en las simpáticas adaptaciones -5 creo recordar, al menos las que ofreciera TVE en un atractivo ciclo a comienzos de la década de los 80- llevadas a cabo en los 60 de la popular detective que creara Agatha Christie.

Hablando de Televisión Española, indicar que gracias a la misma pudo ser contemplada por estas latitudes esta película, aunque creo recordar que varios años después gozaría de algún pase en alguna pantalla de gran capital.

No se la pierdan, como mínimo seguramente les pondrá una sonrisa en varios momentos. Y viene que ni pintada para estos tiempos “independentistas”.

Su guion e historia serían merecidamente nominados al Oscar. Ay Tabarnia, Tabarnia… digo Pimlico. Menudo lapsus.

José Luis Vázquez

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