Es un documental desgarrador, sobre otro juguete roto, una de las más grandes figuras y personalidades de la música norteamericana de nuestro tiempo, de voz prodigiosa y vida malograda, muy desgraciada.

Repasa los principales escalones de su vida, su infancia, su meteórica carrera, la nada fácil relación con unos padres separados (una madre estricta e infiel y un progenitor ausente), sus primeros e insinuados escarceos con sustancias, su desequilibrio sentimental, el peso de una infancia desvalida en lo afectivo, de lo allí sufrido, su cénit con tremendo éxito de EL GUARDAESPALDAS con Kevin Costner y ese memorable tema de I WILL ALWAYS LOVE YOU, el single más vendido hasta la fecha por parte de una mujer. Tan solo en sus hermanos encontraría, y parcialmente, un insuficiente refugio y consuelo, pues uno de ellos también sufriría abusos en sus años de formación.

Su tramo final, la última media hora, resulta sobrecogedora desde la contención, el pudor. No se deja vencer por el amarillismo, el sensacionalismo, el morbo. Y el asunto daba de sobra para ello.

Pero el director de origen escocés, extraordinario documentalista principalmente (firmante también de otros trabajos en éste género, como UN DÍA DE SEPTIEMBRE -Óscar en este apartado-, TOCANDO EL VACÍO o el no menos valioso dedicado a la figura de otro mito canoro contemporáneo, Bob Marley), Kevin Macdonald (responsable igualmente de notables producciones como LA SOMBRA DEL PODER, LEGIÓN DEL ÁGUILA, EL ÚLTIMO REY DE ESCOCIA o BLACK SEA/MAR CRUEL), que ha trabajado en varias ocasiones para la industria cinematográfica estadounidense, maneja las bridas de su biopic sin dar rienda suelta a la vocinglería o el exceso, mostrándose en todo instante ejemplarmente sobrio, riguroso en la concatenación de los acontecimientos relevantes de la cantante. Algo también por otra parte de prever, sabiendo que la productora -Altitude- de este documental es la misma que gestó el no menos espléndido AMY (LA CHICA DETRÁS DEL NOMBRE) sobre la igualmente malograda Amy Winehouse.

Es prácticamente inevitable que, tras dar constatación del ya conocido desenlace de la hija de la protagonista, que nos invada la tristeza a quienes asistimos a la contemplación de esta verdaderamente testimonial y estupenda película. La demostración, de nuevo, de que se puede contar todo sin resultar ofensivo. Esta es otra constatación.