Secuela siete años después de una rareza animada de escaso fuste titulada GNOMEO Y JULIETA, de la que parece mentira que en su escritura se encargara casi una docena de guionistas. De hecho, ese es el título que lleva en el original, con el añadido o subtítulo de SHERLOCK GNOMES, que no es otro que el que ya se imaginan, el inquilino del 221B de Baker Street en versión o tamaño enano de jardín, al que acompaña su inseparable Watson. También esta vez salen malvadas gárgolas de mármol o lo que sea ancestral.

Ya en su primera aparición apenas me hizo gracia y la cosa no remonta con esta segunda entrega. Y es que no vale cualquier argumentillo de saldo que se escuda en célebres personajes literarios. En aquella procedentes de la pluma de William Shakespeare y en esta a esos hay que añadir los aportados por Sir Arthur Conan Doyle.

Aquí los susodichos y legendarios enamorados, que han salido indemenes del mortal pasaje final de tan inmortal obra y han podido casarse, experimentando los primeros desencuentros del matrimonio, se ven ayudados por el célebre detective para esclarecer una serie de misteriosas desapariciones de los suyos.

Este mínimo argumento, cogido con pinzas (aún teniendo en cuenta que se trata de una producción animada), dan lugar a una parodia tontuela y escasa de eso tan preciado llamado imaginación.

Su técnica, su corsé formal no está mal, ni mucho menos, pero son tan romos sus personajes, tan sin sustancia, que acaba siendo tarea casi imposible que pueda alzar el vuelo en algún momento.

Está manufacturada sin gracia alguna y mucho me temo, que sus principales, y casi únicos, destinatarios sean los niños de edad preescolar. Claro que siempre hay adultos –a mí en otras ocasiones me ha pasado, con CAPITÁN CALZONCILLOS sin ir más lejos- dispuestos a reivindicarla también como suya. Ya saben, para gustos los colores.

Pero es flojita, eh. Avisados quedan.