Estreno en Royal City

 

Días sin huella (1945)

Director: Billy Wilder

Intérpretes: Ray Milland, Jane Wyman, Phillip Terry, Howard Da Silva, Doris Dowling, Frank Faylen, Mary Young, Anita Bolster, Lilian Fontaine, Frank Orth, Lewis L. Russell

Sinopsis: Don Birnam (Ray Milland) es un escritor fracasado a causa de su adicción al alcohol, adicción que lo ha destruido física y moralmente y lo ha convertido en un hombre desprovisto de voluntad. Con tal de seguir bebiendo es capaz de todo, incluso de robar. Tanto su novia (Jane Wyman) como su hermano intentan por todos los medios regenerarlo, pero sus esfuerzos parecen estériles. (FILMAFFINITY)

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

Así, de primeras, afirmo rotundo que DÍAS SIN HUELLA de Billy Wilder es la mejor película sobre alcoholismo que he visto en mi dilatada vida cinéfila, junto a DÍAS DE VINO Y ROSAS de Blake Edwards. Dos dramones en el mejor sentido del término… de aúpa. Resulta paradójico, curioso, que ambos cineastas se especializaran y alcanzaran  una buena parte de sus éxitos dentro del terreno de la comedia.

Le siguen inmediatamente en calidad FAT CITY y LEAVING LAS VEGAS. Hay otras muchas producciones, preferentemente norteamericanas que han abordado el problema con crudeza expositiva y sin medias tintas. Incluso algunas con un resultón sesgo sentimental, como CUANDO UN HOMBRE AMA A UNA MUJER, de mucho menor fusto que cualquiera de los títulos citados anteriormente. Pero aludiendo a su enunciado castellano, ninguna me ha dejado tanta o una más profunda huella que ésta.

Constituye una nueva demostración, otro alarde sin pretender serlo –o si así se pretendió fue perfectamente disimulado- de la multiplicidad de registros de ese genio, de ese director y guionista único –igual este otro calificativo no le gustaría, él que vivía tan a ras de tierra- sublime que fue y seguirá siendo BW.

Él fue el primero en activar la alarma de uno de los males que aquejaban a la sociedad norteamericana del momento –década de los 40 del pasado siglo-, tal vez fruto o consecuencia directa de la situación de prohibición vivida unos años antes con la Ley Seca. O tal vez no, vayan a saber. Si leen a Bukowski se podrían encontrar otras razones, no sólo sociales, por para huir de problemas personales o dramáticas sino puramente placenteras o evasivas. 

Su título original es prácticamente tan demoledor como el español, EL FIN DE SEMANA PERDIDO. No deja lugar para la esperanza, para algún atisbo de la luz. De hecho, su tono es francamente despiadado, demoledor, angustioso, sin apenas concesiones a lo afectivo.

Resulta tremenda la capacidad narrativa para mostrar ese proceso de autodestrucción, de bajada a los infiernos de ese individuo atormentado, Don Birnam, incapaz de superar sus miedos o sus frustraciones profesionales.

Queda ello patente en sucesivas secuencias como la del robo del bolso, la venta de su herramienta de subsistencia, la máquina de escribir, o ese tremendo momento de delirium trémens.

La habitación donde vive, donde se refugia con la botella o la taberna de Nat´s son los escenarios por los que deambula su adicción, en los que transcurre una buena parte de la acción.  El rodaje tuvo lugar en escenarios naturales de Nueva York.

Encima, Ray Milland lo borda. Lo muestra espeluznantemente en toda su degradación, alcanzando simas siderales de ansiedad, desolación, destrucción y una desesperanza incapaz de asumir. Con todos los merecimientos del mundo alcanzó el Oscar al mejor actor principal en 1945. Fue uno de los cuatro que obtuvo esta producción Paramount de los siete por los que estuvo nominada. Los otros galardones fueron a parar a mejor película, a la dirección y al guión adaptado. En total Wilder obtendría 2, los primeros de una carrera a los que tuvo que sumar otros tres más, uno en el primer apartado y dos en el segundo. En total 20 nominaciones. No hace falta añadir mucho más.

Formando tándem con su colaborador de aquélla época, Charles Brackett, al citado Milland y al resto de personajes les regalaron unos diálogos que tumban, del tipo más o menos de “Me deshace el hígado, me ataca los riñones, sí. Pero ¿qué le hace a mi mente? Me libra de todo el lastre y puedo subir por los aires. De repente, estoy encima del suelo, soy poderoso, lo puedo todo”. Tremenda resulta oda que lleva a cabo en torno a la botella cada vez que la escucho me deja siempre sin resuello.

O ese otro “Por la noche esto es una copa. Por la mañana, una medicina”. O el que le espeta el barman encarnado por Howard Da Silva “Una copa es demasiado y cien no son bastantes”.

Además, esas marcas, ese cerco que deja la copa, acaban resultando una imagen muy ilustrativa de su propia vida. “Pequeños círculos viciosos” son por él denominados. Pues eso mismo.

Jane Wyman (BELINDA) como su pareja o Philip Terry (VIDA ÍNTIMA DE JULIA NORRIS) como su hermano son peonzas que pululan estériles a su alrededor.

Obra maestra sin posible discusión ni debate alguno.      

José Luis Vázquez

©2025 Ciudad Real Digital | www.ciudadrealdigital.es