Director: Joe Dante
Intérpretes: Zach Galligan, Phoebe Cates, Hoyt Axton, Polly Holliday, Frances Lee McCain, Dick Miller, Keye Luke, Scott Brady, Corey Feldman
Sinopsis: Rand (Hoyt Axton) es un viajante que un día regala a su hijo Billy (Zach Galligan) una tierna y extraña criatura, un mogwai. El inocente regalo, sin embargo, será el origen de toda una ola de gamberradas y fechorías en un pequeño pueblo de Estados Unidos. Todo empieza cuando son infringidas, una tras otra, las tres reglas básicas que deben seguirse para cuidar a un mogwai: no darle de comer después de medianoche, no mojarlo y evitar que le dé la luz del sol.
Son muchos los recuerdos evocados con este fascinante cuento con moraleja, esta comedia gamberra navideña, precursora de títulos como PESADILLA ANTES DE NAVIDAD, SOS: POR FIN YA ES NAVIDAD, LOS TELEÑECOS EN CUENTO DE NAVIDAD o ¡VAYA SANTA CLAUS! Pero GREMLINS es especial y única en su especie, comienza y acaba en sí misma, es una genial rara avis. Y precisamente esos recuerdos aluden, principalmente, a suponer una de mis críticas cinematográficas más o menos profesionales –tal vez no lo parezca, pero escribir ha constituido siempre para mí todo un esfuerzo- y a ser una película que me causó enorme felicidad.
Pertenece a ese cine ochentero, a ese del que lógicamente no éramos conscientes de su importancia y su influencia en el momento, pero con el que los desprejuiciados y los que no nos considerábamos intelectualoides, los que más bien nos sentíamos alejados de cinefilias sesudas, disfrutábamos sin complejo y sonrojo alguno. Como el espectador de barraca de feria inicial, el mayoritario, el de siempre.
Fue el tercer largometraje en puridad de uno de los grandes de verdad de la serie B de aquellos años. De Joe Dante, responsable hasta aquél momento de una simpática película de pececitos feroces, PIRAÑA, surgida al rebufo de TIBURÓN y similares… y de una verdadera ”master piece”del cine licántropo, AULLIDOS, tan revolucionaria en cuanto a imaginación y efectos especiales como la coetánea UN HOMBRE LOBO AMERICANO EN LONDRES.
Aquí Dante, bajo el auspicio del afortunadamente inevitable en el gran cine fantástico del momento Steve Spielberg, le da la vuelta a los tradicionales cuentos navideños dickensianos, pero con unos protagonistas de lo más salvajes. Esos geniales y, desde el mismo momento que vieran la luz, referenciales monstruitos diseñados por Chris Wallas, que como bien apuntara un colega, no sólo acaban destrozándola ciudad en la que campan a sus anchas, sino que tritura, en el mejor estilo palomitero, centurias acumuladas de clichés en torno a este tipo de historias… y no sólo por los bichos en cuestión, sino que también resulta terrible la historia vivida y evocada oramente por la novieta del chico protagonista, Phoebe Cates.
Inenarrable esa proyección cinematográfica en la que aquéllos contemplan todos juntos y tarareando BLANCANIEVES Y LOS SIETE ENANITOS.
Parte fundamental de su pleno acierto hay que achacarla al dinámico y ágil guión de Chris Columbus, futuro artífice como director de éxitos tan destacables y de tanta calidad dentro de ámbitos familiares, como SOLO EN CASA y secuela, las dos primeras entregas de HARRY POTTER y AVENTURAS EN LA GRAN CIUDAD.
Queda patente que rezuma cinefilia de principio a fin. Y no pierdan de vista la estupenda banda sonora que acompaña a las imágenes, compuesta por uno de los grandes de todos los tiempos, Jerry Goldsmith, en la que entremezcla con gran habilidad tonos y acordes indistintamente misteriosos, melancólicos y traviesos.
Supuso todo un ciclón comercial. Fue la cuarta película más taquillera de aquél año en los USA, tras SUPERDETECTIVE EN HOLLYWOOD, LOS CAZAFANTASMAS e INDIANA JONES Y EL TEMPLO MALDITO, obteniendo finalmente150 millones de dólares, el triple de su presupuesto. Todo un récord.
Un divertimento pues para niños, medianos y adultos, para cualquier amante de quien considere el Séptimo Arte como un elemento escapista sin mayores pretensiones. Espero que quien acuda a la misma por primera vez pueda disfrutar tanto como lo hice y lo hago con este alboroto de cuidado.
José Luis Vázquez
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