Director: Régis Roinsard
Intérpretes: Romain Duris, Déborah François, Bérénice Bejo, Shaun Benson, Mélanie Bernier, Nicolas Bedos, Féodor Atkine, Eddy Mitchell, Miou-Miou, Jeanne Cohendy
Sinopsis: Primavera de 1958. La joven Rose Pamphyle vive con su padre, un viudo cascarrabias que dirige la tienda del pueblo. Comprometida con el hijo del mecánico local, parece destinada a la vida tranquila y monótona de un ama de casa. Pero no es eso lo que ella desea. Cuando viaja a Lisieaux, en Normandía, para una entrevista de trabajo en una agencia de seguros, el resultado es desastroso. Pero Rose tiene un don especial, puede mecanografiar a una velocidad endiablada.
Predecible, tópica, convencional, rosa, blandengue, superficial, ligera, irrelevante son algunos de los calificativos que mis colegas han soltado de POPULAIRE, cuyo nombre alude a la célebre marca de una máquina de escribir. Pues bien, siendo ciertos en buena parte, en esta ocasión me parecen un valor al alza.
¿Y por qué para lograr el reconocimiento artístico por parte de muchos hay que ser cínico, satírico o estar de vuelta de todo? ¿Por qué lo jovial, lo optimista, lo positivo, lo buenista en su mejor expresión no cotizan en bolsa? ¿Por qué esta historia tenía que ser una dura crítica social y no de esta manera? Pues bien yo me planto, en realidad lo vengo haciendo desde mi más tierna infancia, desde la lactancia materna. A mí este cine alegre, jovial y feliz, el que representa POPULAIRE, si está tan primorosamente bien concebido, como es el caso, me encanta y arrebata. Y polémica zanjada. Estos colegas a Boston y yo a California, otra vez será al revés… y ustedes hagan lo de siempre, sean sinceros con ustedes mismos. Y si al acabar de contemplarla les ha enganchado, no se retraigan en proclamarlo o se sientan obligados a justificarse.
Además, para eso está el cine, el arte y la vida. Para que cada uno tengamos nuestro propio criterio y valoración de las obras de los artistas, sea en el terreno que sea. En caso contrario, menudo aburrimiento. Tan sólo pido una condición, lo que sugería anteriormente. Que cada uno proclame y se manifieste como verdaderamente siente, que no se deje llevar por la pose o la impostura. Creo que si es así, todos tan campantes en nuestras discrepancias.
Pero voy al ajo. Un documental que contemplara su director, el joven, cortometrajista y debutante Régis Ronsard, en 2004, acerca de la historia de las máquinas de escribir, que incluía una pequeña secuencia mostrando concursos de mecanografía, fueron la fuente de inspiración de esta producción francesa. Esos 30 segundos constituyeron su detonante.
Y eso le ha servido para pergueñar un fresco cotidiano, o un gran spot publicitario a la manera de la época que retrata, el final de la década de los 50 en el país galo. De hecho es patente la inspiración fotográfica en aquellos refulgentes anuncios, sobre todo los de origen norteamericano. La luz aportada por Guillaume Schiffman es definitiva en el gran resultado final.
Igualmente bebe en la estética de las comedias románticas hollywoodenses, desde las protagonizadas por Audrey Hepburn, con SABRINA a la cabeza (aquí de nuevo la heroína tiene que acabar poniendo a prueba su corazón con un jefe duro de pelar y “pigmalionesco”) hasta las de Day-Hudson (los créditos iniciales remiten a ellas), pasando por los musicales del compatriota Jacques Démy. En esos embriagadores colores pastel, en los que verdes, rojos y azules acaban resultando los predominantes.
Como la película respira cinefilia por todos sus costados, aplastantemente hollywoodiense, estén atentos y si no me encuentro errado, advertirán un monumental y precioso homenaje a VÉRTIGO y su maravilloso travelling circular, aunque yendo un poco más allá en lo tratante a la consumación sentimental. Me refiero al momento en que la protagonista aparece rutilante en la habitación rutilante, casi literalmente desmelenada.
Llegado a este punto, me encuentro ante una declarada y encendida historia de amor a la usanza de siempre. En la que sus dos protagonistas, sobre todo él, albergan torturas interiores que hacen que la relación se torne un tanto más compleja. Pero que describe ejemplarmente la paulatina aproximación de ambos. Ya sabrán que un “te quiero” se comprende en todos los idiomas, pero mucho más en francés, pues son los grandes publicistas de estas cuestiones.
Sin entrar demasiado con el bisturí destructor, porque tampoco es uno de sus objetivos fundamentales, también refleja de manera nítida y clara la emancipación que estaban comenzando a experimentar las mujeres en aquél período. Sin que haga falta cargar las tintas, pues la acotación es lo suficientemente diáfana en su exposición.
En suma, una deliciosa, encantadora, colorista y magistral comedia romántico-deportivo francesa, con una irresistible pareja protagonista, la adorable y muy femenina Déborah François, cuya coleta está inspirada en la de Audrey, motivo suficiente por el que ya tendría que ponerle buena cara, pues soy así de obsesivo, y el atractivo y mohíno Romain Duris, el estudiante erasmus que vivía en Barcelona en la divertidísima UNA CASA DE LOCOS.
Su aire ingenuo y saludablemente inocentón, tele transportado de la época que refleja, me gratifica y me provoca una permanente sonrisa y cara de felicidad. Además, se escucha buena música con carácter retrospectivo, sobre todo la muy bonita El tango de las ilusiones interpretado por la ganadora de Eurovisión Jacqueline Boyer. Y eso en resumidas cuentas es esta producción, pura ilusión hecha celuloide.
¡Cuánto me gusta un cine tan bien hecho, luminoso y optimista como éste! Un cine de ritmo ágil, vivaz y con un fabuloso trabajo en lo a que a su dirección artística se refiere. Si les parece exagerada la calificación, presenten la reclamación oportuna, mientras puede que coincida con que la esté viendo por cuarta o quinta vez. Ah, no esperen grandes mensajes, ni falta que hace, habla de cositas tan intrascendentes como la superación de uno mismo o los asuntos del corazón.
José Luis Vázquez
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