Director: Gerardo Olivares
Intérpretes: Maribel Verdú, Joaquín Furriel, Joaquín Rapalini Olivella, Ana Celentano, Osvaldo Santoro, Federico Barga, Ciro Miro, Alan Juan Pablo Moya, Zoe Hochbaum, Juan Antonio Sánchez
Sinopsis: Lola viaja con su hijo autista, Tristán, hasta el fin del mundo para encontrarse con Beto, un guardafauna que tiene una relación muy especial con las orcas salvajes en la Patagonia Argentina. La determinación de Lola de luchar por su hijo, la peculiar personalidad de Tristán y su relación con la naturaleza harán que la vida de todos ellos cambie para siempre.
“Nunca imaginé que un animal pudiera darme tanto” (Maribel Verdú)
“Nunca imaginé que en este lugar iba a encontrar la felicidad, en este lugar perdido en el mundo” (Ana Celentano)
“Las orcas son mi vida, es lo único que me queda” (Joaquín Furriel)
“Yo lo único que quiero es quedarme contigo” (Maribel Verdú)
Los animales del enunciado no es que hayan dado lugar a una extensa filmografía, pero la poca existente resulta valiosa: la estupenda producción de aventuras setentera ORCA, LA BALLENA ASESINA, parida a la sombra de TIBURÓN pero alejada de cualquier atisbo mimético, y la de corte marcada y agradablemente infantil, popularísima en su momento y aún después, ¡LIBERAD A WILLY!
Este título que viene a engrosar ese listado es una coproducción hispano-argentina dirigida por el documentalista, especializado en naturaleza y fauna salvaje (creo que el único autóctono versado en estos asuntos), Gerardo Olivares. Supone su quinto trabajo, tras unos antecedentes muy apreciables: LA GRAN FINAL, 14 KILÓMETROS, ENTRELOBOS, HERMANOS DEL VIENTO y el que aquí me ocupa.
Una vez más, tal como sucediera con el tercero, ENTRELOBOS, consigue ensamblar con habilidad y justeza esa parte documental con la ficción. Basándose en la novela de Roberto (Beto) Bubas, AGUSTÍN, CORAZÓN ABIERTO, vuelve a partir de hechos reales. En esta ocasión los que tienen lugar en un lugar apartado de la civilización, al que no es nada gratuito definir como el fin del mundo, Península Valdés, en plena Patagonia.
Hasta allí se llega una madre y su hijo autista con la esperanza de que esas orcas que cuida en la “distancia” el guardafaunas protagonista, consigan provocar reacción y estímulos en el segundo.
Tal excusa argumental, expuesta con sencillez y encanto, sirve a su director para mostrar unos escenarios de una belleza inhóspita, desoladora, y una forma de vida en la que los seres humanos se encuentran en toda su desnudez interior y sus sentimientos más a flor de piel. Un enclave que transmite calma y relativa paz, pues allá donde se encuentre cualquier miembro de nuestra especie en comunidad con otro, no resulta nada fácil que dichas percepciones se mantengan mucho en el tiempo.
Pero como ha comentado el personaje real de esta historia en declaraciones para La 2, la naturaleza se caracteriza por la simpleza, la humildad y el silencio. Esas sensaciones y otras igual o más reconfortantes, como las amorosas (de pareja, materno filiales, amistad), están expuestas con suma claridad y sin tontos o molestos ornamentos.
En lo tocante a la relaciones tal vez principales, a las en principio nada fáciles relación con los cetáceos, Olivares ha combinado con gran pericia tres estadios diferentes. Imágenes rodadas con un equipo de avanzadilla, un animatronic y el 3D. El resultado es de lo más estimulante. Todo ello está muy bien combinado en función de que los protagonistas se acerquen o no a los mismos.
Su rodaje tuvo lugar en los propios escenarios originales, lo cual aporta aún más verdad a lo narrado, pero también algunos planos fueron rodados en Fuerteventura.
El bonaerense Joaquín Furriel y la madrileña Maribel Verdú, cada vez mejor actriz de gran pantalla (de teatro no puedo opinar), mejor en registros gestuales que de dicción, otorgan solidez a su perfectamente creíble historia de amor. Ese recelo inicial y ese acercamiento progresivo, culminado en un beso resistido por la segunda, conforman una historia de amor tan bonita como la propia película. El crío Joaquín Rapalini Olivella (Tristán) es del todo verosímil.
Probablemente la última notable aportación española contemplada en un año venturoso en contribuciones de dicho calibre para nuestra cinematografía. Ojalá, como mínimo, se mantenga idéntico tono y promedio en el inminente 2017.
José Luis Vázquez
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