Director: Jim Jarmusch
Intérpretes: Adam Driver, Golshifteh Farahani, Kara Hayward, Sterling Jerins, Luis Da Silva Jr., Frank Harts, William Jackson Harper, Jorge Vega, Trevor Parham, Masatoshi Nagase, Owen Asztalos, Jaden Michael, Chasten Harmon, Brian McCarthy
Sinopsis: Historia sobre un conductor de autobús y poeta aficionado sobre las pequeñas cosas llamado Paterson, que vive en Paterson, New Jersey.
Muchos, los más “cool”, llamarán a esto cine minimalista; otros, con entendible pero para nada compartida justificación lo denominarán coñazo, y a algunos, entre los que me encuentro, nos parece bonito de narices.
Y eso que nunca acabó de engancharme del todo en sus principios, pese a reconocerle hallazgos y buenos momentos (NOCHE EN LA TIERRA me parece lo más destacable de aquél período, BAJO EL PESO DE LA LEY, EXTRAÑOS EN EL PARAÍSO), la obra del ya veterano cineasta “indie” estadounidense Jim Jarmusch. Pero de repente, en una edición del Festival de San Sebastián me sorprendió doble y gratamente, mostrando un logradísimo sentido del humor con GHOST DOG: EL CAMINO DEL SAMURÁI. Su siguiente trabajo en engancharme del todo fue FLORES ROTAS con un elocuentemente impasible, en su línea interpretativa vamos, Bill Murray. Y ahora con su última creación ha logrado el que para mí constituye su mayor hito hasta la fecha.
Llegado a este punto conviene señalar un aviso para navegantes, pues un crítico, divulgador o cómo diantres se me quiera denominar, no solo tiene que verter su intransferible punto de vista, sino que no está de más que informe también sobre el tipo de cosas que pueden ir a ver.
En esta ocasión, al igual que en otras muchas, me vienen de perlas algunas de las declaraciones del director, el cual a propósito de este trabajo ha afirmado que “la hizo como antídoto de las películas de acción”. Y, esto ya vuelve a ser de mi cosecha, remacho indicando que se ha ido justo al extremo contrario, sin que por ello suponga deslegitimación alguna, hasta el punto de narrar una historia en la que no pasa nada… y sí pasa, vaya que sin pasa, la vida sin ir más lejos, en sus pequeñas y sutiles variaciones en el tiempo, póngase como es el caso que a lo largo de una semana cualquiera, en donde en cualquier momento y sin que le acabemos de conceder importancia, o sí, pueden surgir la belleza y la poesía cotidianas. Por ejemplo en una conversación con una cría despierta, aficionada a la escritura, que se muestra sorprendida porque un conductor de autobús conozca a Emily Dickinson.
PATERSON acaba dejando una señal bien marcada de calidez, confortabilidad, cercanía pese a su aparente falta de inexpresividad. No deja sino de ser un elogio de la rutina, bien entendida esta, pues al fin y al cabo trata sobre una pareja feliz, en la que él es un tipo de lo más amistoso pese a su apacibilidad (estupendo Adam Driver, en la realida también ex marine como su personaje, 1,90 de gran actor, le podrán recordar por sus apariciones en LINCOLN, MIENTRAS SEAMOS JÓVENES, FRANCES HA, AHÍ OS QUEDÁIS o el nuevo villano de la saga STAR WARS), observador, que sabe escuchar, y ella, Laura, es de lo más adorable (la encarna con “desarmante” encanto la actriz de origen iraní Golshifteh Farahani), con esa afición por ejemplo a los blancos y negros y a emprender actividades de todo tipo con el mayor de los entusiasmos.
Y sí, es pausada, contemplativa, casi se podría decir de ella que es de las que permite ve crecer la hierba, las idas y venidas de Driver no encierran ninguna emoción física especial y, en cambio, es capaz, de hacer visible los interiores del encantador ser humano que habita en él.
Bien podría ser considerada, sin tener nada que ver la una con la otra, el reverso de la esplendorosa LA GRAN BELLEZA, solo que esta se refiere a la búsqueda o el encuentro de más bien pequeñas y corrientes bellezas al alcance de cualquiera, en el día a día.
Por tanto, que transcurra en la localidad de New Jersey que otorga su título no me parece baladí. Sus calles industriales se acomodan perfectamente a lo que el relato cuenta. Y no se olvide que ha sido cuna o parada ocasional de poetas y escritores como William Carlos Williams, Allen Ginsberg o Junot Diaz. Y de Ron Padgett, el encargado de escribir los poemas originales para esta pequeña e íntima producción. También ahí nació el divertido Lou Costello, la mitad de aquella pareja cómica de gran éxito en los 40 que conformaban precisamente Abbott & Costello.
Refiriéndome a cine sobre cine, me encanta esa –de nuevo benditamente cotidiana- escena en que los protagonistas asisten a ver uno de esos maravillosos y viejos clásicos en blanco y negro en una sala del “siglo pasado”.
Tampoco puedo dejar de destacar las reuniones en ese bar tan aromático, en el que recalan individuos desesperados de amor como Everett (William Jackson Harper). Por un momento casi experimenté hacer un viaje en el túnel del tiempo y sentirme de nuevo en el CHOOSE ME de Alan Rudolph, compañero de viaje de Jarmusch, otro de los francotiradores durante los 80 de ese cine al margen inicialmente de los grandes estudios.
Me da pena que finalice, acaba resultándome adictiva en su desnuda sencillez. Me despido con algo que apunté hace un tiempo en Google a propósito de esta pequeña maravilla y que no recuerdo bien por quién fue escrito. Supone una perfecta condensación de lo que aquí pueden ver: “El amor cuando es amor de verdad, calmado, pausado, parece rutinario, pero no lo es. Cada día hay una pequeña variación en la cotidianidad de una historia de amor bien asentada”. Pues eso.
José Luis Vázquez
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