Director: Salvador Calvo
Intérpretes: Luis Tosar, Emilio Palacios, Álvaro Cervantes, Javier Gutiérrez, Karra Elejalde, Carlos Hipólito, Eduard Fernández, Ciro Miró, Patrick Criado, Miguel Herrán, Ricardo Gómez, Alexandra Masangkay, Maykol Hernandez
Sinopsis: A finales del siglo XIX, en la colonia española de Filipinas, un destacamento español fue sitiado en el pueblo de Baler, en la isla filipina de Luzón, por insurrectos filipinos revolucionarios, durante 337 días. En diciembre de 1898, con la firma del Tratado de París entre España y Estados Unidos, se ponía fin formalmente a la guerra entre ambos países y España cedía la soberanía sobre Filipinas a Estados Unidos. Debido a esto, los sitiados en Baler son conocidos como «los últimos de Filipinas».
“En la guerra hay dos tipos de militares, los que quieren medallas y los que quieren volver” (Eduard Fernández)
“No vais a morir por España, no, vais a morir por imbéciles” (Patrick Criado)
Dos estrenos concitaban mis muchas expectativas e interés, por motivos diversos, para ser elegidos este viernes 3 de diciembre como el más destacado de la semana. El primero es el segundo trabajo como director del modisto Tom Ford tras su afortunado debut con UN HOMBRE SOLTERO. Al segundo, que inicialmente podía generarme reservas al constituir un “remake” de un clásico del cine patriótico o patriotero –lo que prefieran, no vamos a discutir- del cine franquista (una de las primeras apariciones en la gran pantalla de Tony Leblanc), me acaba de animar la unanimidad de críticas positivas de mis colegas de la piel de toro. Me inclino por este segundo, 1898: LOS ÚLTIMOS DE FILIPINAS, y no puedo sentirme más dichoso por la elección.
Cuántas veces desde que llevo ejerciendo la profesión de comentarista de películas, he deseado que fuéramos capaces de comenzar a sacarle partido a nuestra riquísima historia, pues los americanos con poco más de un par de siglos a sus espaldas hay que ver el rendimiento que le han sacado a tan “escaso” trecho. Parece que algo está cambiando en la soleada España. Y yo que me alegro.
La verdad es que este año me está sirviendo para reconciliarme con lo por aquí filmado. Motivos tengo más que suficientes. El último, el que tal vez le ponga brillante colofón a 2016 es éste. Y, curiosamente, va a ser la segunda Navidad consecutiva que llegada tal fecha la industria saca un gran estreno, de holgada y exquisita producción, sobre el extenso pasado colonial acumulado. El anterior fue el más que vistoso y exitoso PALMERAS EN LA NIEVE ambientado en Guinea Ecuatorial, y éste creo que se va a repetir idéntica respuesta comercial, incluso artísticamente me parece superada.
Basada en hechos reales, por lo leído bastante profusamente documentados, cartas y archivos varios recopilados por dos expertos en la materia, Miguel Leiva y Miguel Ángel López de la Asunción, narra el asedio de 337 por parte de los tagalos al que sometieron a un destacamento español en el sitio de Baler. Algo, llevado al extremo y a la extensión en el tiempo, a lo que sucediera en la tejana misión de El Álamo.
En verdad, o en profundidad, o como prefieran que me refiera a ello, pero siempre desde una perspectiva intensa y admirable en cuanto al resultado final, trata sobre el fin de toda una época, sobre 400 años de imperio, el mayor que tuviéramos allende el mar. También sobre reductos físicos y mentales, sobre las diferentes maneras de encarar los reglamentos militares, sobre la supervivencia en estado puro por encima de cualquier otra consigna, sobre dilemas éticos y de conciencia, sobre enemigos dignos y considerados con el enemigo, sobre esas dos Españas que parecen sangran permanente o intermitente, válido reflejo aún hoy para mostrar las divergencias…
Para ello se ha llevado a cabo una operación que supone el reverso a la emprendida por el orensano Antonio Román (responsable de la mejor película taurina tras la insuperable TARDE DE TOROS de Ladislao Vajda, LOS CLARINES DEL MIEDO: aclaro, no me gustan nada los toros) en 1945. Pero cuidado, ambas para mí igual de válidas en cuanto al muchísimo oficio y talento desplegado. Hasta el punto es así que casi me atrevo a decir que estas dos versiones opuestas de idéntico episodio son dos de las mejores películas del cine de acción/aventuras jamás firmadas por estos pagos. Si la primera era una loa a las virtudes del propio régimen imperante en ese momento, esta constituye una empresa revisionista de primer orden, con la que seguramente tantos nos podamos identificar tanto al tratar la guerra como un absurdo, pero ojo, sin descuidar ni la mítica ni la épica. De hecho, su hermoso final consigue ponerme el nudo de la garganta. Y sin olvidar su evidente estructura de western, presente en todo momento, inclusive en algunas tímidas escenas a cámara lenta, que me hacen recordar al genial Sam Peckinpah.
Sorprende, al menos a mí, comprobar que supone el debut en la dirección del televisivo (ALAKRANA, NIÑOS ROBADOS) director madrileño Salvador Calvo. Algunos precisamente le han reprochado eso, su factura de idéntica índole, como si eso hoy en día pudiera resultar un desdoro. Su repertorio técnico, nada gratuito por otra parte, de planos cenitales, panorámicos, aéreos, algún travelling, constituyen todo un disfrute tanto en sí mismos como integrados en la historia.
Otro de sus múltiples aciertos es un reparto que ya lo quisieran para sí muchas grandes superproducciones norteamericanas. Y no saben el gustazo que me da poder decir esto. Luis Tosar lleva ya tiempo siendo uno de los grandes a nivel de cualquier latitud. Su teniente Saturnino Martín Cerezo, de poblado mostacho que nos retrotrae a épocas pasadas, la que tiene lugar sin ir más lejos, es un individuo complejo y coherente dentro de su manual profesional. Le rodean uno de los mejores actores jóvenes en la actualidad, Álvaro Cervantes (secundario en HANNA, TRES METROS SOBRE EL CIELO… para mí la revelación/consolidación, siempre dentro de parámetros hispanos, de 2016 junto a la Adriana Ugarte de JULIETA), el narrador de todo esto. Y luego están un ramillete de tirar para atrás de gustazo: Carlos Hipólito como ese médico ilustrado andaluz (Vigil de Quiñones), Javier Gutiérrez como un sargento racial, Karra Elejalde como un misionero opiáceo o Eduard Fernández como comandante –capitán para ser preciso, Enrique de las Morenas y Fossi- en campo bastante lúcido.
Capítulo aparte merece el tratamiento otorgado a la célebre –tal vez mi favorita de estos pagos- canción de la primera versión, YO TE DIRÉ, inolvidablemente interpretada por la prematuramente desaparecida Nani Fernández. Si en la primera conllevaba un momento de gran emoción y era desgranada de manera ingenua, aquí es utilizada paulatinamente, como arma arrojadiza contra el invasor, algo que también está certificado sucedió en la realidad. El remache lo pone en los títulos de crédito, al ser escuchada en su integridad. La encargada en esta ocasión de darle lustre es la guapísima cantante barcelonesa de origen filipino Alexandra Masangkay. Me entero consultando Google que fue participante en una edición de Operación Triunfo. Pues miren qué bien.
Cuánto he anhelado a lo largo de los años que se hiciera cine como éste en el suelo que piso. Cine de altura, de miras, de categoría, de solvencia profesional, de grandes interpretaciones, de fascinantes y exóticas localizaciones. La veo y escucho con auténtica pasión. Ya saben, suelo ser un tanto extremo… para mal, o en este caso, para bien… todo ello dentro de las buenas maneras y una contención civilizada. No, si al final, acabaré siendo el defensor de las mejores esencias de la cinematografía española ¡Cómo cambia uno... o la vida!
José Luis Vázquez
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