Haciendo las américas

 

17/03/2014

Sombrero de vaquero por montera

Lola Romero. Un espectáculo. Desde luego estos americanos saben cómo montar un auténtico espectáculo con unos cuantos caballos, terneros y toros. Hablo del Rodeo. Y si a alguien le extraña que me asombre siendo española y algo aficionada a los toros, le diré que nunca en un coso de nuestra tierra he visto a la gente gritar, aplaudir, reír a carcajadas o jalear lo que se ve en el albero. Los toros, en España, son algo serio. Además, tampoco he visto asistir al público llevando una montera puesta… mientras que aquí el sombrero vaquero y las botas de cowboy parecían el uniforme para asistir al Rodeo.

Pero tampoco se trata de comparar, porque en realidad las similitudes acaban en la arena y en los toros, y sólo por el hecho de ser toros, porque tampoco se parecen a los nuestros. Quizá la única comparación que puede venir bien es lo que me dijo alguien: el Rodeo es algo así como “la feria de San Isidro” de Houston. Sirve para hacerse una idea de la importancia de la cita, sólo que el Rodeo es mucho más popular y como ya he dicho, el objetivo es mucho más espectacular.

Tres semanas, siempre en marzo, dura el Rodeo de Houston. Es uno de los más famosos de Estados Unidos y, probablemente, el que más cantidad de público reúne del mundo: más de dos millones y medio de visitantes pasaron por el Reliant Stadium el año pasado. Y, según veo en las noticias, va a más.

Y es que no me extraña. Todo empieza con una suelta de terneros que fornidos vaqueros deben atrapar lazo en ristre. Sí, al más puro estilo de las películas del oeste. Gana el que menos tiempo tarde en echarle el lazo al cuello, bajar del caballo y atarle al menos tres patas al ternero. Y puedo asegurar que tardan menos de 10 segundos, porque en realidad, el Rodeo no deja de ser una competición en el que todas las modalidades se ganan por habilidad y, sobre todo, tiempo.

Aunque esta del rodeo de terneros es el origen de esta curiosa “fiesta”, en la actualidad hay más pruebas y a cuál más curiosa.  Por ejemplo, hay otra competición que consiste en tumbar una vaca por los cuernos, carreras de diligencias o carreras de caballos montados por amazonas, y además están los otros dos concursos que hoy día quizá son los más esperados por los espectadores: el de la monta de los toros y los caballos salvajes.

Tanto unos como otros están atrapados en pequeños cubículos a ambos lados de la arena, y el espectáculo da comienzo cuando se abre la puerta de ese minúsculo espacio. El caballo o el toro brinca mientras quien lo monta, sin grupa ni aparejos, trata por todos los medios de no caer, porque puntúa el que aguante al menos 8 segundos sujetándose al animal sólo con una mano, sin perder el sombrero, y alguna regla más.

Todo ello se adereza con los comentarios expertos de tres periodistas que aparecen de vez en cuando en las pantallas gigantes, tocados, cómo no, con sus respectivos sombreros de vaquero y no se si como parte del lote, con sendos bigotes y corbatas a cuál más hortera. Es el más puro espíritu texano…

 Aunque tampoco quiero ser tan crítica. De verdad que el Rodeo me ha parecido un espectáculo digno de ver. Se pasa un buen rato riendo, animando a los vaqueros y admirando lo que son capaces de hacer, porque aunque haya escuelas dedicadas a enseñar este arte (sí, las hay), hay que entrenar mucho. Además, alrededor del Rodeo se monta una auténtica feria con atracciones, puestos de venta de sombreros, puestos de comida y casi lo que queramos encontrar, por lo que es casi imposible aburrirse o cansarse.

Definitivamente, merece la pena conocer esta tradición tan americana, que por cierto, ayudamos a “inventar” los españoles.

Foto: Johnny Hanson/Houston Chronicle.

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