26/08/2014
"Que seas una personalidad no significa que tengas personalidad"
(Harvey Keitel es Señor Lobo en "Pulp fiction")
Se abre el telón, y un grupo de gángsters teoriza en una cafetería sobre los hits en la carrera de Madonna. “Sabes de qué va Like a virgin”, dice el que luego conoceremos como “señor marrón”, interpretado por el propio director, Quentin Tarantino, que se permite abrir su película con el primer diálogo, en un acto de onanismo artístico. Luego, discuten sobre el sentido de las propinas, con las que el señor rosa, interpretado por el siempre genial Steve Buscemi, discrepa, salvo que el servicio haya sido especial. En definitiva, discuten sobre temas prosaicos, como cualquier ser de carne y hueso.
Comienza la carrera de este genio díscolo del cine de los últimos tiempos: Quentin Tarantino, carrera que ha ido subiendo como la espuma de la cerveza, hasta culminar con su última gran obra maestra “Inglourious bastards” (*), verdadero compendio de todos sus gustos cinematográficos.
Siguiendo con “Reservoir dogs”, los gángsters salen de la cafetería hacia la calle y la cámara les persigue mientras suenan los primeros acordes del “little green bag”, en una escena que forma parte ya de la mitología del cine, siendo incluso un símbolo de la cultura underground. Y es que la grandeza del cine de este iconoclasta de la cultura americana (y no sólo americana, también oriental, pensemos en “Kill Bill”, y su gusto por las artes marciales y el manga) reside en que trasciende al cine, empapando otros muchos ámbitos culturales.
Revisar obras como éstas ahora otorga la sabiduría de la distancia y permite compararla con sus películas posteriores. Sin duda, constituye un indudable ejercicio de estilo, su carta de presentación , algo así como un particular “ Pepi, Luci, Bom” tarantiniano. Lo que si sorprende es su frescura, ese toque “naif” que la ha hecho conservarse muy bien en el tiempo.
Otra de sus virtudes es la sobriedad en la puesta en escena, que la acercan a las míticas películas de cine negro de Sam Fuller, Don Siegel, y otros maestros. Comparte con todos ellos su estilo directo, seco y sin concesiones.
Las referencias cinematográficas son indudables, esa especie de pórtico introductorio que constituye la conversación en la cafetería, resulta chocante y nos remite a las conversaciones entre Lee Marvin y su compañero en “Código del hampa” del ya citado Don Siegel, en las que discuten sobre hábitos alimenticios y demás temas banales. El propio Lee Marvin es mencionado en la película, como icono de los gángsters. También se habla de Charles Bronson en “La gran evasión”.
Un aspecto que se observa bien a las claras es que Quentin Tarantino es un cineasta nacido del guión, se nota en lo cuidada que está la historia. Sin duda, destaca narrativamente, y ahí es donde yo sacaría a relucir “The killing” de Stanley Kubrick, pienso que “Reservoir dogs” no existiría sin la película de Kubrick, solo que si “atraco perfecto” constituye narrativamente la reconstrucción de un atraco, “Reservoir dogs” sería la deconstrucción del mismo, comenzando casi por el final.
Todas estas ideas de guión tan brillantes, responden al reciclaje mental que el director ha hecho de todo el cine negro americano que ha absorbido. Analizando su obra posterior, profundizará en esos giros narrativos en otra de sus joyas, quizás su confirmación, gracias a la palma de oro en Cannes, nos referimos a "Pulp fiction". También aquí repite el elemento de las conversaciones entres gángsters, en este caso con la pareja John Travolta-Samuel L. Jackson, muy al estilo de la mencionada "Código del hampa".
Pero las influencias para mí van más allá del cine negro, por ejemplo, la escena en la que “Blonde” visita el despacho del jefazo y su hijo, y éste juguetea con él, parecería sacada de un western de Anthony Mann, donde el jefazo fuera el dueño del rancho, su hijo el heredero y blonde el chico de confianza.
Más elementos realmente originales de la narración, son, por ejemplo la identificación de los miembros de la banda por colores, y otro hallazgo es la aparición de K-Billy DJ y sus supersónicos de los 70, que se presenta como una especie de extraña voz “en off” que serviría para separar fases, como diría el gran Juan De Pablos. La voz la interpreta Steven Wright.
Pero, sin duda, por encima de todos está el hallazgo narrativo, en esa magistral mezcla entre el tiempo real y la reconstrucción “a posteriori” de la historia del golpe. Quentin, nos va contando la historia personal de cada uno, así como su papel en el atraco con breves pinceladas. Son curiosas también las referencias constantes a azul, cuya aparición es circunstancial, tampoco Quentin, salvo en la escena inicial, se prodiga mucho. Y, para culminar tan brillante ejercicio narrativo, un final enigmático y susceptible de varias lecturas.
No podemos dejar de hablar de otros actores, “Blanco”, el gran Harvey Keitel, en ese papel tan digno. También brillante Tim Roth como naranja.
Otro aspecto que desconocía es que el mítico director de películas B, Monte Hellman es uno de los productores ejecutivos del film. El propio Harvey Keitel es uno de los productores. Una razón por la que soy un devorador compulsivo de los títulos de crédito, tanto los iniciales como los finales, siempre se aprende algo.
Por último, no podemos obviar una referencia a la famosa y polémica escena entre Michael Madsen y el policía en el almacén, que pasado el tiempo, la verdad se vuelve completamente prescindible y gratuita, una concesión del director a cierta clase de cine gore del que es declarado aficionado. En definitiva, un festival, volver a revivir esta película, que como ya dijimos conserva ese toque “naif” que la hizo brillar en su día. Una buena propuesta cinematográfica para terminar el verano.
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