03/07/2014
Fotografía: ciudadreal.es
El primer golpe fue una resultía, luego se sucedieron los porrazos hasta que aquello se convirtió en un repiqueteo insufrible. Pájaros carpinteros de la albañilería desmenuzaban piedra a piedra La Muralla, mi Muralla. Aquéllos operarios la iban desintegrando con saña inusitada, la iban desmigajando entre conversaciones cotidianas y algún que otro piropo de mal gusto.
La Muralla ancestral muriendo a manos de una modernidad mal entendida, ella que fue creada para escribir la Historia de esta Villa era ahora un pobre muro embalado de palos y de sogas; ella que resistió las embestidas de antiguos invasores, que fue sombra y refugio de esta gente, moría sin dignidad, presa de la ignorancia, víctima de proyectos urbanísticos altamente mezquinos.
Yo había crecido allí, al pie de la Muralla. Aunque no era muy alta, cuando niño, yo la veía inmensa, con esa perspectiva que todo lo amplifica miraba la Muralla y veía un obstáculo insalvable. ¿Qué loco militar se atrevería a tomar mi ciudad al asalto? Vivía aquéllos años anegado de historias medievales, imaginaba a “El Cid” saliendo por la Puerta de Toledo después de hacer huir al enemigo, veía huestes de moros y cristianos a uno y otro lado, guerreando, midiendo los aceros. Ídolos de tebeo y compañeros de escuela se mezclaban con héroes reales, ahí, donde la Muralla. Era el punto de encuentro y era un poco la musa de nuestra fantasía. Allí nuestras batallas; sombrero de papel y espada de madera…
Llegó la adolescencia y seguí visitando la Muralla. Al frescor de sus muros descubrí libertades interiores, aprendiendo entre miedos y compadreos golfos las nuevas dimensiones de mi cuerpo. Allí desembocaban (literalmente a veces) nuestras noches de juerga, de borracheras clandestinas aún. Allí venía a parar alguna compañía “sexo opuesto” entre la indecisión, la urgencia, la impericia y promesas de amor con los dedos cruzados. No hay recuerdo de entonces que esté bordeado de Muralla, diría que la Muralla enmarca mis recuerdos.
El día que comenzaron a tirarla se convirtió en el día más triste de mi vida, estaba allí tumbado, en la huerta de uno de mis amigos, a diez metros escasos de la demolición, y fue como lo cuento, un suceso tristísimo.
Entonces no opinaba de diseños urbanos, entonces no hubo nadie, al menos en mi entorno, que pudiera explicarme porqué se hacía aquello. El tiempo y las lecturas me han dado explicaciones que no acepto: ¿quién justificaría el derribo del Acueducto de Segovia?
Me invadió un sentimiento de rabia y de impotencia. ¿ Por qué?, maldita sea!!!, ¿y quién decidió hacerlo?
Mis amigos, mis padres, los viejos profesores, quisieron convencerme de que era lo mejor para nuestra ciudad. Si esto era lo mejor, ¿por qué no hundirla entera? La ciudad digo, entonces, construir una ciudad desde la nada, sin pasado, sin vida en consecuencia. Mi amiga la Muralla se había desvanecido ante mis ojos, perdía una aliada, me quedaba desnudo en cierto modo. Derramé alguna lágrima cuando vi la llanura diáfana, monótona delante de mis ojos, yo que había soñado detrás de aquéllos muros cada día un paisaje!!
En fin, no había remedio, se había consumado una de las acciones más lamentables de nuestra historia, un acto cruel que nunca perdonaré a sus responsables.
El tiempo me ha llevado a tierras diferentes, cuando visito Ávila pienso en Ciudad Real, cuando veo fortalezas en Italia o en Francia que fueron asoladas, luego reconstruidas, imagino mi Pueblo como lo vi hace tiempo. Desde el punto de vista personal aún no he encontrado otro lugar tan mío. (No creo haberlo buscado). Así he ido viviendo con el fatal estigma de aquéllos albañiles destruyendo la Historia. Cuando vuelve a mi mente la imagen de este crimen y cuando se desata la melancolía paseo hasta El Torreón, me acerco a ese pedazo de Muralla que dejaron vivir sin dignidad, busco la perspectiva que no me de edificios en segundo plano y clavando los ojos en sus piedras divago como un niño.
Si un día os encontráis con un anciano de sonrisa demente y ojos vidriosos, fijos, mirando ese trocito de Muralla, no estaréis ante un loco, ese soy yo,
A quienes sientan algo parecido…
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