11/03/2014
Yo sigo con la meteorología. Bueno, la meteorología y el lenguaje. Disparo pronto el tema que nos ocupa hoy, no se inquieten. Se han parado a pensar en quién narices les pone los nombres a los ciclones (o huracanes, que lo mismo da) y otros fenómenos similares. La cuestión se me planteó mientras observaba distraído ese programa tan singularmente aburrido y, a veces, escatológico (aunque, por cierto, ¡qué mona es la presentadora rubita!) llamado “España directo”. Hablaban del temporal, cómo no, y en concreto, del “ciclón Christine”, localizado por tierras gallegas.
Me acordé del “Andrés”, ciclón puñetero que conduce sus pasos de viento huracanado allá por las Bahamas y la Florida. En un primer momento pensé en la razón por la cual humanizamos a estos fenómenos imponiéndoles nombres de personas, bautizándoles. Luego me vino a la cabeza otra dilema aún más absurdo, ¿Por qué un huracán como el “Christine” que asola España tiene un nombre sajón, y otro que azota Norteamérica se llama Andrés? Quizás sea el lobby hispano, pensé. Todo esto me hizo recordar aquella simpática y algo "freaky" canción de Astrud. "Hay un hombre en España", y a ese hombre que lo hace todo en España, que escribe todos esos libros, que pone anchoas dentro de las aceitunas, que traduce los artículos de "Le mong Diplomatique" y encima se inventa los debates de antena tres.
Con muy buen criterio conduje mis pasos a la Wikipedia, allí descansan las soluciones a todas las incógnitas universales. Efectivamente comprobé (yo, al menos, no lo sabía, por eso lo comparto con ustedes), que según dice tan erudito oráculo, los ciclones tropicales se identifican por medio de un nombre de persona por su persistencia a largo plazo y la necesidad de un identificador único a la hora de dar pronósticos y avisos.
Luego apunta, en relación a la versión española o sajona en la denominación de los ciclones, que el nombre original con el que se bautiza un huracán no se debe traducir nunca al castellano ( ni a ningún otro idioma), con el fin de evitar confusiones. Así, el Larry es el Larry, el Andrés es el Andrés, o el Kirogi (a ver quien se atreve a traducir éste) es el Kirogi. Les aconsejo que consulten esta página tan curiosa, podrán conocer los nombres de los huracanes en función de su zona geográfica, Atlántico Norte, Pacífico Nororiental, o Índico Norte, por poner varios ejemplos.
Esta explicación tan didáctica no soluciona de ninguna manera la pregunta inicial, repito ¿Quién coño les pone el nombre a los huracanes o ciclones? ( lo que prefieran). Yo soy de los que piensan que el que bautizara al Katrina (que, por cierto, suena a ”lideresa” de grupo ochentero con tupida melena morena y rizada) fue un meteorólogo despechado y cornudo que se vengó así de su antigua amada Katrina. También hay huracanes Beatriz, Carlotta o Bárbara. A alguno de éstos seguro que los bautizó algún marido resignado por las bodas de oro, que no recuerda ya los tiempos en los que su mujer era un huracán, y ahora la observa desdichado como un lento calvario huracanado y agotador.
En fin, como cuando hablé del indulto, vuelvo a democratizar la cosa, por qué no entregar el poder al pueblo en el bautismo de los huracanes, igual que se confía en su proverbial mal gusto para elegir la canción de Eurovisión. Así nos quedaríamos tan contentos creyéndonos dueños de nuestro destino.
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