10/06/2019
Si buceo en internet puedo ver la noticia en múltiples páginas de diarios y revistas, pero lo cierto es que el día que sucedió no trascendió en grandes titulares. Me refiero al óbito de la actriz Analía Gadé, que dejó este mundo el pasado día 18 de mayo a los 87 años de edad. Otro ejemplo del olvido al que este país condena a sus grandes intérpretes. Había sufrido dos ictus hace quince años y desde hace tres venía siendo tratada de un cáncer, que finalmente ha puesto fin a su vida. María Esther Gorostiza Rodríguez del Busto, tal era su nombre real, había nacido en Córdoba (Argentina) en 1931, en el seno de una familia acomodada y fue enviada por sus padres a Buenos Aires para estudiar magisterio, ciudad ésta en la que se iniciaría en el cine al ser contratada por una productora cinematográfica. En 1950 entró en una compañía de comedias dirigida por Enrique Carlos Discépolo, debutando en el teatro Corrientes. En 1951 contrajo matrimonio con Juan Carlos Thorry con quien se trasladó a España para debutar en el Infanta Beatriz con la obra El vuelo de la tórtola. Su talento como actriz iba más allá de su belleza, triunfando tanto en el cine como en el teatro, destacando en esta época su colaboración en este medio con Juan José Alonso Millán. Fue una actriz muy popular en los años 60, en lo que rodó películas con los actores más importantes de la época: Fernando Fernán Gómez: Las muchachas de azul, La vida por delante, La vida alrededor o Luna de verano; José Luis López Vázquez: Operación Embajada, Black Story; Alberto Closas: Una muchachita de Valladolid o Alfredo Landa: No disponible. Tuvo romances con Fernando Fernán Gómez o Vicente Parra.
En los años 70 destacan actuaciones en filmes como La duda con Fernando Rey o Mi profesora particular con Joan Manuel Serrat, así como El adúltero con Arturo Fernández en 1975. En 1976 Jaime Camino la dirigió, junto con Concha Velasco, José Sacristán y Paco Rabal, en Las largas vacaciones del 36. En 1978 intervino en Cartas de amor de una monja. A partir de los 80 se dedicó a las tablas y en 1999, y tras sufrir un infarto cerebral, representó la adaptación del clásico de Tennessee Williams, Dulce pájaro de juventud. Llegó a trabajar con Shopia Loren en Madame Sans Gene y siempre destacó por su belleza y su elegancia. A mí me pareció siempre una maravillosa actriz, con unos ojos y una clase inigualables.
Precisamente hace un par de días, con motivo del fallecimiento de Chicho Ibáñez Serrador, he tenido ocasión de verla en TVE en un sketch con Forges y en lo que fue la primera intervención de Los Morancos en televisión.
El pasado viernes fallecía asimismo (a este paso acabaré convirtiéndome en un gran redactor de necrológicas, que por otra parte es la alta matemática del periodismo), como hemos señalado, Chicho Ibáñez Serrador, creador del programa Un, dos Tres, longevo éxito en nuestra televisión. Yo le prefiero como maestro del fantaterror hispánico: Historias para no dormir, La residencia o ¿Quién puede matar a un niño?, una gran película de terror psicológico que utiliza como gran recurso a los seres más crueles y cabronazos que viven bajo la capa del cielo: los niños. Algún crítico ha llegado a calificarla como Los pájaros española. Tengo para mí que Chicho siempre quiso dedicarse al género de terror y fantástico y por razones varias le resultó imposible.
El vino de la semana, no precisa presentación: Tío Pepe en Rama 2019. La quintaesencia del fino. Recién sacado de la bota sin filtrar: salino, elegante, y fresco. Una auténtica virguería inigualable.
Sigan con salud.
Foto: elcursodelcine.com
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