08/04/2019
He leído (algo) el diario que en su día se independizó de la mañana y ahora es global, El País. Bien. Me ha gustado mucho. Soy muy aficionado a los cuentos y en el citado periódico hay muchos cuentistas (y buenos).
Me acaban de regalar un libro maravilloso, que habla de cosas alejadas largamente del espíritu banal de estos tiempos tan bajunos. Su título es La vanidad de la caballería y su autor Stefano Malatesta. “El hombre ha perdido al caballo y ahora está perdido”, sentenció D.H. Lawrence. Penachos, casacas de doradas botonaduras y pantalones ajustado entorpecían sus movimientos, “pero ante la disyuntiva de parecer más atractivos o ir más cómodos el cuerpo de caballería ha preferido la primea opción, incluso a costa de algún sacrificio.” Palabras del citado autor en la referida obra, que recoge episodios protagonizados por este cuerpo militar ligado desde antiguo a la aristocracia, el honor, la valentía y la elegancia. Estamos, como afirma Eduardo Torres-Dulce, ante el libro de cabecera sobre jinetes y caballos, sobre héroes imposibles y leyendas deformadas, sobre jinetes del apocalipsis bélico: Lord Cardigan y la carga de la Brigada Ligera en Balaclava, conocida como “la cabalgada del infierno”; Von Seyditz, el despectivo prusiano que ordenaba las cargas tras fumarse una delicada pipa de marfil; u otro prusiano no menos legendario, Von Lettow-Vorbeck, que durante la I Guerra Mundial desde Tanganyka mantuvo en jaque con una reducida tropa de valientes jinetes askaris a todo un ejército de 60.000 británicos. La aparición de la ametralladora, a finales del siglo XIX, convirtió las cargas de caballería en una locura suicida; aun así, en la II Guerra Mundial todavía se emplearon unidades de caballería, la más famosa la de los lanceros polacos, la Brigada Pomerania, que fue aplastada por los Panzer nazis. La última carga de caballería en guerra la realizó el Regimiento Saboya, en Rusia, en 1942. Se echan de menos, no obstante, las cargas del Regimiento Alcántara a las órdenes del teniente coronel Fernando Primo de Rivera el 23 de julio de 1921 contra los rifeños en el desastre de Annual o la del coronel Monasterio en la paramera turolense durante la Guerra Civil, la última carga de la caballería española. Una obra fascinante.
El pasado 17 de enero El Duque de Edimburgo, consorte de la Reina Isabel II, sufrió un polémico accidente de automóvil al incorporarse a una carretera y, al parecer, deslumbrarse. Dos mujeres resultaron heridas leves y el querido Land Rover Freelander 2 del duque quedó volcado en el asfalto. Lo que sorprende de la noticia es que Felipe de Edimburgo tiene 97 años, edad a la que se ha visto obligado a dejar de conducir. Desde agosto de 2017 el consorte de Isabel II ha dejado de cumplir con sus obligaciones protocolarias y al parecer pasa la mayoría de su tiempo en una finca, lejos de la reina. El viejo marino nacido en un palacio de la isla de Corfú nuca ha hecho esfuerzos por caer bien y con frecuencia ha dicho lo primero que se le pasado por la cabeza. Durante décadas ha tenido numerosas salidas de tono, y siempre le ha traído sin cuidado la corrección política. Exactamente como a mí, por eso me resulta un tipo fascinante.
Algunos se han escandalizado cuando ha hablado de todo tipo de temas, siempre fuera de tono: armas, minorías étnicas, alcohol o educación. Claro que, hoy en día hay mucha gente dispuesta a escandalizarse por cualquier cosa; lo mismo que a ofenderse. ¡Qué tiempos! “Nunca he tenido reticencias a hablar de temas sobre los que no sé absolutamente nada”, les espetó a un grupo de industriales. Bertrand Meyer, biógrafo de la reina, cuenta en uno de sus libros que en cierta ocasión, un paje del príncipe Carlos fue despedido por haberse acostado con una de las doncellas de la reina. La cuestión es que dicha empleada de palacio era muy fea, así que cuando se lo contaron a Felipe éste dijo: ¿Y le han echado?, protestó. “Deberían haberle condecorado.” A un profesor de auto-escuela escocés le espetó: ¿Cómo consigues mantener a los nativos lejos del alcohol el tiempo suficiente para pasar el examen? Otra gran frase: La tolerancia es algo esencial, puedes creerme si te digo que la reina tiene esa cualidad en abundancia. Pues eso, genio y figura.
El vino de la semana es uno rarito, como el que suscribe, de la bodega Finca Sandoval, el proyecto de mi admirado Víctor de la Serna en La Manchuela central, concretamente en Ledaña (Cuenca): El Fundamentalista (bonito nombre) 2015 Edición III. Bobal/Monastrell. Muy aromático, fresco y con muy buena acidez. Su precio, once euros.
Sigan con salud.
Foto: librerialberti.com
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