Barricada Cultural

 

05/03/2019

Veinte días y tantas horas (II)

por Teresa Pacheco Iniesta

Para seguir el hilo de un relato “por fascículos”, recomiendo imprimir, o ir juntándolos secuencialmente en el ordenador. Es como unir de nuevo a unos hermanos separados. Quieren y deben estar juntos. O como un puzle, cuyas piezas van encajando armoniosamente. ¡Besos!

 

                                                VEINTE DÍAS Y TANTAS HORAS

                                                                             II

Me cosió la herida una doctora, que era tan bajita de pie como yo sentada. No sé el nombre, no recuerdo si se presentó. Me preocupaba haberle suspendido la siesta, tienen unas guardias largas y a veces, infernales. Me hicieron unas radiografías y un TAC. Son imágenes que representan cortes del cuerpo como si hicieran rodajas. Me preguntaron con mucho interés si tenía sueño. Yo dije que sí. Sabía que no era patológico, sino crónico, siempre lo tengo y sabía también que por esa respuesta me dejarían allí, ingresada. Que si había algún familiar afuera para avisarle, dijeron, y que entrara a quedarse conmigo en Observación, planta menos dos central.

Cuando entró él, mi atropellador, no me pareció el mismo. Sin chaqueta, sin sangre en las venas a juzgar por su color y un faldón de la camisa manchada, por fuera del pantalón. Yo con la capelina de venda de crepé en la cabeza me imaginaba que estaba guapa, porque cuando me lavo el pelo y me pongo la toalla en forma de turbante, se me rasgan los ojos como si fuera china y me encuentro favorecida. No sé si servía el ejemplo para el caso. Me arrepentí de no haberme pintado los labios ante de que entrara. Por cierto ¿dónde estaba mi bolso? Él lo llevaba, me lo mostró antes de que le preguntara, izándolo como una bandera, triunfal. Sonrió con un poco de malicia me pareció y me lo dio, mientras me pedía perdón por atropellarme, sin la menor mención a mi imprudencia temeraria. Tendría que pedirlo yo por la que le había liado, aunque sin premeditación, en esa tarde de Junio, con tanto calor y viento aplazado.

Me voy a quedar contigo hasta que te vayas, para llevarte a casa, salvo que venga tu familia y ya no te haga falta. Me han dicho que tienes que quedarte unas horas para comprobar que todo va bien. Si tienes sueño, duerme un poco. Yo te velaré y si haces algo raro, toco el timbre para llamar a alguien. Que majo es, pensé. Y yo que arpía. Me encuentro muy bien. Pero esto habrá pasado por algo, yo creo en el destino o lo que sea eso que ocurre casualmente. Creo cuando me conviene. Aquí aguanto la mentira, hablamos, nos conocemos un poco y mañana será otro día.

¿Te he roto el coche? Tengo la cabeza muy dura. Igual tienen que darle más puntos que a mí. No, mi familia no vendrá, no les avisaré y no se preocuparán. Ya advertí que llegaría muy tarde hoy o que quizá no llegaría. Pero también tú te puedes marchar, de verdad, no es necesario que te quedes, bastante has hecho ya. Se preocuparán en tu casa.

Y me despachó un sermón, si utilizo el argot eclesiástico, o un mitin si lo soltara un político, con tanta autoridad, que me dejó pasmada. El resumen sería: Hay que ser responsable, es lo menos que se puede hacer, sería un canalla si te dejara sola, quien la hace la tiene que pagar….Que hombre….¿Y no será que me ha registrado el bolso y ha visto mi carné de abogado ejerciente y se tema un puro monumental?

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