27/10/2018
El veintisiete de Octubre de 1553 moría quemado en la hoguera, a instancias del reformador religioso protestante Juan Calvino, el científico y teólogo español Miguel Servet.
Contrariamente a lo que muchas personas han creído siempre, Servet no fue condenado por sus actividades científicas —en concreto, sus importantes descubrimientos relativos a la circulación sanguínea pulmonar, que contradecían lo aportado por Galeno—, sino por sus apuntes teológicos, que no convencieron ni a los católicos ni a sus pares protestantes.
Otra creencia bastante extendida acerca de esta muerte es que fue cosa de la Inquisición Católica. No ocurrió así. Fueron los calvinistas de Ginebra quienes lo sentenciaron y ejecutaron.
Miguel Servet había participado en la Reforma desarrollando una cristología contraria al dogma de la Santísima Trinidad. En 1531 publicó “De los errores de la Trinidad”, que suscitó una gran controversia entre los reformadores. Por supuesto, tampoco fue nada bien acogida en su España natal, donde el Obispo de Zaragoza, al que él mismo había remitido una copia, solicitó la intervención inquisitorial.
Al año siguiente publicó los “Diálogos sobre la Trinidad”, y “Sobre la Justicia del Reino de Dios”, texto por el que sería considerado un gran paladín de la libertad de las conciencias y la tolerancia.
Su obra cumbre será la “Restitución del Cristianismo”, donde expone un concepto de la religión cercano al panteísmo. En ella se mostraba contrario, entre otras cosas, al Bautismo de los niños, defendiendo su práctica en la edad adulta, cuando la persona ya está madura para comprender lo que ello supone. En este libro nos habla también de la circulación pulmonar o menor. Servet creía que el alma tiene su sede en la sangre, que es una emanación de Dios. Sus descubrimientos acerca de la circulación sanguínea tuvieron para él una función más religiosa que científica.
Tras haber leído su obra, Calvino le conmina a leer la suya, “Institución de la Religión Cristiana”, publicada en 1536. Servet lo hizo, y le envió de nuevo la copia, llena de correcciones y anotaciones en los márgenes, lo que desagradó profundamente al reformador, que le avisó de que si se atrevía a poner los pies en Ginebra, no saldría vivo de ella.
Miguel Servet firmó entonces su sentencia de muerte cuando en 1553, camino de Italia, se detuvo en la Ginebra calvinista. Fue reconocido durante los servicios religiosos, e inmediatamente detenido para ser juzgado por herejía.
Durante su juicio, todavía sostuvo algunos debates de carácter teológico con otros reformadores, y el 22 de Septiembre escribió una última alegación donde culpa a Calvino de hacer acusaciones falsas contra su persona, y pide que también sea interrogado y juzgado.
Finalizado su proceso, tras ser consultadas también las iglesias reformadas de Zurich, Schaffhausen, Berna y Basilea, Miguel Servet fue encontrado culpable y condenado a morir en la hoguera.
Le tocó vivir una época convulsa, donde las ideas propias eran tenidas como peligrosas y subversivas. Una época que sorprendentemente no resulta tan distinta a la actual donde es fácil resultar linchado de alguna manera si no te atienes a lo políticamente correcto.
¡Nos leemos!
Foto: hdnh.es
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