03/11/2016
Una reina deseaba tener una hija tan blanca como la nieve, tan roja como la sangre y tan negra como el ébano. Consiguió a su hija soñada pero, al poco tiempo, murió y el rey contrajo segundas nupcias. Un espejo mágico, le dijo a la nueva esposa del rey que su hijastra era la más bella de las dos. La envidia se adueñó de la mujer y ordenó que mataran a la muchacha. El cazador encargado de la ejecución, compadecido, dejó escapar a la chica. Tiempo después, la doncella encontró cobijo en una pequeña casa habitada por siete hombrecillos. Pero la codiciosa madrastra se enteró de que seguía viva y volvió a perseguirla. Se disfrazó de anciana y, en la misma puerta de la casa de los enanos, le vendió a la joven una cinta asfixiante. Cuando los enanos vieron en apuros a su bella invitada, lograron reanimarla. Otro día, la malvada madrastra, le regaló un peine envenenado y al regresar los hombrecillos de las minas tuvieron que apagar el fuego que empezaba a devorar su negro cabello. Finalmente, la vanidosa madrastra logró que la chica mordiera una manzana envenenada y que muriera intoxicada. Los enanos, colocaron a la hermosa muchacha en una urna de cristal entre los castaños del bosque. Un día, un príncipe que paseaba por allí se enamoró de la hermosa joven y mandó a sus porteadores que la llevaran a palacio. En el camino, uno de ellos tropezó y el pedazo de manzana envenenada salió de la boca de la doncella. En su boda con el príncipe, la madrastra murió al bailar con unos zapatos ígneos.
En este cuento, volvemos a encontrar que los diferentes personajes son distintos aspectos de una misma mente: la doncella o diosa lunar es perseguida por su propia oscuridad. Ella es el escenario en el que se desarrolla el eterno drama materno-filial, no una de las actrices. O sea, que cada persona que emprenda la individuación debe confrontarse con la oscura figura materna en forma de sombra personal y, más tarde, como una parte del Sí-Mismo, de la totalidad.
La joven debe morir antes de renacer, o sea, de tomar conciencia. Y es la madrastra o parte oscura quien provoca la individuación. Los nuevos valores representados por los personajes jóvenes son siempre sometidos a la persecución de los oscuros y viejos valores, hasta que arraiguen y ya no se les pueda perjudicar.
La parte oscura de la psique es la tendencia a permanecer inconsciente y a evitar todos los sufrimientos que la plena conciencia conlleva. Una vez alcanzado cierto grado de evolución, cada persona descubre que quien lo persigue y de quien no puede librarse, está dentro de sí. Este cuento nos recuerda que es bueno reconocer el lado oscuro para no tener escindido el instinto. Se trata de encontrar un valor nuevo que pueda superar los celos y la vanidad. Y de saber que esta parte oscura del amor solo puede ser superada si se apura hasta el fondo la amarga copa. En realidad, la reina celosa proporciona a la vez la muerte y el renacimiento. La faceta joven y el color blanco encarnan la autenticidad primigenia. El color negro la sombra y el rojo la pasión negativa que representa la celosa madrastra. Un alma clara que activa su contrario, el mal absoluto. La lucha eterna entre el bien y el mal.
Un amor caníbal: sentimiento hacia los demás que en el fondo solo es amor a sí mismo. Un intento de sacar provecho de las relaciones pues los celos aquí no surgen del amor sino de la pulsión de poder, de la necesidad de dominar al otro. El egocentrismo, en general. La madrastra simboliza a la figura devoradora: representa la tendencia que subyace en cada individuo a manipular sus sentimientos de forma egoísta, destruyendo al objeto en lugar de estimularlo y aceptarlo con sus fallos. Con lo que no solo perjudica al otro sino también a su propia faceta inocente.
Los enanos simbolizan seres ingeniosos y diligentes: semejantes a los cabirios que acaudillaba el dios Hefestos. Entierran oro, saben de tesoros ocultos y son creativos. Aquí, son espíritus auxiliadores que ayudan a resolver conflictos aparentemente insolubles.
En los cuentos, la muerte nunca es definitiva sino un estado de transición, una transformación. Cuando el veneno -emocional- sea reconocido como algo que no es propio, será expulsado. La persona se encuentra a sí misma, ya sin la visión deformada. Sufre conscientemente a causa de su sombra y lo supera. La misma crueldad de la madrastra se lo facilita: es el poder que siempre persigue el mal y que siempre crea el bien. Esto es: son precisamente nuestros defectos y dificultades lo que nos obliga a evolucionar.
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