Barricada Cultural

 

02/08/2016

Canículas

por Jorge Fernández-Bermejo Rodríguez

Sí, era el tiempo de la canícula de agosto cuando arrancaba “Pedro Páramo”, ¡buf!, pasando las páginas casi te quemabas, mientras descifrabas los misterios de esa mezcla de mito literario y “rencor vivo”. Como siempre, no me detendré en definiciones y etcéteras, para eso ya disponen de las herramientas necesarias, solamente les diré que en la definición que yo rastreé, el comienzo de tan insoportable miniestación, se cifra el 24 de julio. Puedo dar fe de que los rigores de la canícula se han adelantado este año. De hecho me derrotaron al comienzo de la semana pasada, que comencé con fiebre, de ahí que no hubiera artículo, por lo que pido mil disculpas extemporáneas. A sobrevivir a tan penoso periodo no contribuyen ni los políticos ni las cadenas de televisión, por este orden. Desde que sé que los árboles son seres vivos no puedo caminar con un mínimo de serenidad por el parque de mi vecindario, ¡por qué!, queridísima Manuela (Carmena), ¡por qué!, no se ahorró la lección de pedagogía, desde que tenemos uso de razón sabemos que las palomas son seres vivos y estamos expuestos a sus cagadas, y hasta puede que se nos caigan encima si sufren un desmayo, pero no pesan ciento y pico kilos, claro. Bueno, salvo a la rectora capitalina, que ya bastante tiene, y le aplaudo por recuperar en el callejero la inteligencia de Unamuno, en detrimento de la muerte de aquel militar siniestro con parche en el ojo. Del resto de los cambios no me manifiesto, lo mismo me da que me da lo mismo, pero entre Unamuno y Millán Astray, no hay color.

En segundo lugar, estoy muy disgustado y muy aburrido con los canales de televisión. No se puede, Señor mío, no se puede. Verano, y muy especialmente el tiempo canicular no es época ni de televisión ni de cine. Ver a John Rambo anestesiándose una herida de guerra con pólvora, o a Ramón García de visita al túnel del amor crepuscular, son los riesgos que puede comportar ver la televisión en estas fechas. Y es que en realidad cuesta hasta escribir, porque las escasas ideas que rondan por tu cabeza sudan y naufragan, se resisten a salir de la sombra, donde viven tan ricamente. Es por lo que me despido a la inglesa, a la francesa, o quizás mejor a la venezolana, nos vemos cuando vuelvan tiempos más templados, hasta tanto les deseo una feliz canícula, y por ende, un feliz verano.

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