30/03/2016
Comenzó la Semana Santa con un nuevo atentado en Bruselas, centro institucional europeo, y hemos podido constatar una vez el suicidio asistido de esta Europa cansada, aturdida y moralmente bajuna. No sólo se ha comprobado que la policía y los servicios secretos belgas son algo parecido a la TÍA de Mortadelo y Filemón, sino que la respuesta de sus ciudadanos, entre la solidaridad sentimentaloide (difusa y ya cansina) y el puro canguelo, no augura nada bueno.
Mientras tanto, en este país, la cosa pinta bien: procesiones y pintxos.
A pesar de la profunda crisis que nos asola y de los intolerables índices de pobreza infantil, una gigantesca cofradía de Jesús el pobre ha recorrido el Estado Español en busca de lo que ahora se conoce como desconexión (para que luego se piensen los nacionalistas catalanes que el término lo han inventado ellos), y que consiste fundamentalmente en llenar las casas rurales, soltar a los pequeños monstruos para que trisquen como las cabras, y ponerse pujos a vinos, txiquitos, zuritos, tapas, pintxos y otras lindezas de la “cocina en miniatura”.
Ciudades como Logroño y Bilbao, que he tenido la ocasión de visitar, son el ejemplo vivo de esas legiones de ñampazampas ibéricos que asolan cualquier zona de bares. En mi opinión los pintxos (así con tx), como la Justicia, están sobrevalorados. Pura cursilería. Prefiero el modelo de bar con especialidad (que algunos hay en Logroño).
Al menos este año no se han oído los lamentos quejosos de las plañideras hosteleras, tan típicos de las temporadas vacacionales.
Y ya que hablamos de Logroño, el pasado sábado dediqué gran parte de la mañana a rebuscar por los anaqueles de una maravillosa (y enorme: dos plantas y hasta cafetería) librería situada en plena Gran Vía: Santos Ochoa. Con cien años cumplidos el pasado año y unas trece librerías, Santos Ochoa vende unos 500.000 libros al año, lo que supone el 1% de las ventas anuales de libros en España; algo de lo que yo me congratulo.
Me hice (cómo no) con un ejemplar de La filosofía del vino, del húngaro Béla Hamvas, una pequeña joya en forma de epístola a los puritanos de toda laya, escrito con humor e ironía, y en el que se hace un encendido e imaginativo elogio al vino (el vino es el amor en estado líquido), un canto a la vida, en suma. De obligada lectura para buenos bebedores, enópatas, disfrutones, dionisíacos, epicúeros y bon vivants en general. En España lo publica la editorial Acantilado.
Los vinos seleccionados son tres: un blanco Ojuel 2013, un reserva 2009 de Gómez Cruzado y un crianza 2012 de Finca La Emperatriz. Rioja pura y dura.
P.D.: Se ha ido un crack de verdad (no un niñato): Johan Cruyff. D.E.P.
Sigan con salud,
Foto: quehehechoyoparaleeresto.wordpress.com
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