Parece que las mujeres en Estados Unidos están tardando más que nunca en tener su primer hijo. En España ya no nos asustamos de la cifra, pero el dato publicado esta semana en un estudio del National Center for Health Statistics, el Centro Nacional para Estadísticas de la Salud (lo de los miles de centros del gobierno híper especializados ya os lo contaré otro día), ha despertado cierto interés en este inmenso país. Ahí va: 26 años es la media de edad de las madres primerizas en Estados Unidos, y tiende al alza.
Mi primera reacción al ver el número en la revista Time fue “¿sólo 26?, ¿y se alarman?”, y busqué entonces el dato en España para poder comparar: 30,4 años es la media de las españolas, sólo por detrás de Italia en madres de más edad de toda la Unión Europea. He encontrado también que 26 años era la media española… en 1990.
Tanto número me lleva a reafirmar una observación que quizá es de las primeras cosas que te “chocan” al llegar a Estados Unidos, y es que conoces gente de tu edad (al principio de la treintena, en mi caso) que ya tiene dos o tres hijos, y el mayor suele tener más de 5 o 6. Así que haciendo cálculos, salen las cuentas: para nuestra mentalidad, digamos “europea”, la gente aquí tiene hijos muy pronto.
Ya me habían advertido de que las cosas en Texas, a veces, funcionan un poco distinto al resto del país (la ideología suele ser muy conservadora, el tema de las armas, la religiosidad…), por eso había dado por hecho que la “juventud” de las madres (y de paso, las familias numerosas) eran algo típico de este estado. Pero parece que no.
De hecho, la media de edad para tener el primer hijo, ha subido en todos los estados en los últimos quince años, y lo que quizá es más importante en este país, es una tendencia que se repite en todos los grupos étnicos. Pero siguen siendo unos cuantos años menos que esos “treinta y tantos” que son lo común en España.
Y todo esto, por cierto, es algo que no sólo nos llama la atención a las españolas que conozco aquí, sino que funciona también en la otra dirección. Por ejemplo, con mis compañeras de trabajo, el tema ha salido ya en más de una ocasión y se sorprendieron mucho cuando les conté que en mi clase de preparación al parto, yo era de las más jóvenes, si no la más joven, de un grupo de 15 mamás primerizas… y yo ya pasaba los 30.
Me preguntaban si la crisis económica tenía la culpa de ese “retraso”, y creo que las dejé aún más perplejas cuando les dije que no del todo, porque ya venía de antes. Aunque en España evidentemente la crisis y la situación económica de los últimos años (los sueldos mileuristas sin ir más lejos) han influido, los sociólogos afirman que la maternidad tardía tiene más que ver con el alargamiento del periodo educativo y la incorporación posterior al mundo del trabajo y, por tanto, con la “espera” hasta que la situación económica de la pareja está estabilizada. Sin olvidar, claro, la falta de medidas de conciliación o la encrucijada a la que deben enfrentarse muchas mujeres por tener que escoger entre carrera profesional o maternidad.
Quizá esto sea lo más difícil de explicar, todavía, a un americano medio. Aquí no existe o, al menos, no parece que esté generalizada, esa necesidad de tener una carrera estable y medios económicos antes de pensar en los hijos. La emancipación también es muy superior y a una edad más temprana, supongo que porque la cultura anglosajona es menos “familiar” y, no menos importante, porque el mercado de trabajo aquí es mucho más dinámico y existe muy poco desempleo, con lo que las posibilidades de disponer de dinero o de poder sacar adelante a una familia propia, crecen.
Yo apuntaría una cosa más, y es que aunque aquí también se habla mucho del “techo de cristal” de las mujeres, de las diferencias de salarios respecto al hombre y de que no existe una “baja de maternidad” pagada, la incorporación de las madres recientes al trabajo me parece más flexible. Aquí en Estados Unidos es relativamente fácil que el empleador te permita una jornada reducida, o por horas, y son muchas las mujeres que optan por esa figura porque no está mal visto, no suele considerarse un impedimento para una promoción o ascenso, y porque el sueldo suele ser aceptable.
26 años versus 30. Sólo cuatro años de diferencia, pero suficientes para suponer toda una consolidación profesional y económica. O para suponer casi la parte más importante de la crianza de un niño. “¿Qué es mejor?” se preguntaría quizá una española. “¿Por qué elegir?” le contestaría probablemente una americana. Y esa es la auténtica diferencia: que pertenecemos a realidades y culturas distintas. Ahora bien, se pueden tender puentes: seguro que nos podríamos pronto de acuerdo si compartiéramos lo mejor de cada uno. Bajas de maternidad pagadas para Estados Unidos… Más flexibilidad y conciliación en España. ¿O no?
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