Tengo una amiga que dice que Estados Unidos es puro marketing, que todo, desde la política a la comida rápida, se empaqueta con un lazo y… ¡a vender!
Yo no diría tanto, o no de una manera tan exagerada, aunque es cierto que algo de verdad subyace en esa expresión de mi amiga. Hablando en plata, estos americanos saben cómo “venderse”.
Ya escribí el año pasado sobre esa cierta falta de pudor en anunciarse, o en utilizarse a sí mismos como reclamo de negocios, eventos, etc. Y recuerdo que en más de una ocasión he contado la envidia que me da ese orgullo por lo propio, desde la patria al desempeño profesional, así que supongo que sigo esta línea cuando digo que “saben venderse”.
Buceando en la cuestión, he sabido en los últimos días que en el colegio, tienen asignaturas desde bien pequeños de “Speech”. No sé si traducirlo por “Retórica” u “Oratoria”, ya que quizá “Discurso” o incluso “Discurso público” me suena más actualizado. Esto es, aprenden a contar cosas, y a contarlas bien de acuerdo al fin que persigan (persuasión, información…). Las metodologías para esta asignatura dependen de cada distrito escolar y, sobre todo, de los profesores, pero en general, van desde cómo aprender a dar un discurso de tres o cinco minutos a cómo actuar en un debate o en una entrevista.
Y abarca algo más que la expresión correcta de información. Uno de los puntos clave en las programaciones de la asignatura que he visto (algo así como la hoja de ruta, que aquí, por cierto, llaman “curriculum”) es el miedo escénico. O sea, que trabajan desde pequeños el que la exposición al público no mine ni un ápice la confianza en sí mismos, que no se dejen vencer por la timidez. Y, bien pensado, al revés lo mismo: que la exposición al público y en público no se vea afectada por una falta de confianza o inseguridad.
Creedme que se nota. En un entorno profesional, por ejemplo, es raro que un estadounidense “se calle”. Si se plantea un problema, digamos, una tarea tenía que hacerse y no está hecha, más que excusas balbuceantes oiremos una explicación estructurada de la falta de tiempo que afectaba a quien tenía que hacerlo. O si se piden ideas en una reunión, serán varios, muchos, los que propondrán algo. Es verdad que en muchas ocasiones parece que están diciendo algo importante, pero mirado al detalle (y eso a nosotros los españoles nos encanta, tenemos que sacarle punta a todo), en realidad te das cuenta de que no se han callado, no les ha podido la timidez, han puesto el tema de una manera “muy bonita”… pero no hay fondo, es todo forma. Muchas palabras, muy bien dichas, pero no hay “miga”.
Ya me ha salido la vena criticona… Pues sí, a veces pasa, que “te venden la moto”, argumentando con un discurso muy bien estructurado pero sin contenido. Lo que decía antes de que se nota que no les da miedo hablar en público. Y se ve desde que son niños, porque no es muy habitual aquí lo de “…me da vergüenza”.
Ahora bien, ¿es todo esto puro marketing? ¿Es hablar por hablar?
Pues mira, supongo que depende del momento. Pero tengo claro que es otra cosa para apuntar en mi lista de “envidiables”: las asignaturas de Discurso, el entrenamiento en oratoria y la autoconfianza que todo eso puede despertar.
Y eso que yo no he sido tímida precisamente en lo que a hablar en público se refiere…