Lola Romero. Uno de los primeros contrastes que observé al llegar a Texas fue la comida. Y no me refiero sólo a la abundancia de restaurantes de “comida rápida” como Taco Bell, Wendy´s, Sonic, WhataBurger o el omnipresente McDonald´s. Aunque con nombres distintos, esos tipos también los tenemos en España. Tampoco me refiero a los sabores, ya que eso sí lo esperaba diferente. Cada territorio tiene su comida, sus especias, sus modos de elaborar los alimentos, y esa es una de las pocas certezas que se tienen cuando se visita otro país. Se puede entrar a comparar el sabor del Tex-Mex (en este caso, lo típico de Texas, una mezcla entre el sabor mexicano tan próximo geográficamente, y algo más americano como la buena carne de ternera y la salsa barbacoa) o el gusto de un buen pisto, pero al final será más bien una cuestión de eso, de “gusto”, y de costumbre.
Más bien me refería al tamaño de las “raciones”. Y por raciones que se entienda la cantidad de comida que se ingiere, no esa sabrosa variedad tan nuestra que lo mismo combina unos chopitos con una tabla de ibéricos, que unas gambas a la plancha con una carne de pincho. A lo que voy.
En Texas, o al menos, en los restaurantes “normales”, parece que el tamaño si importa. Ya pidas un chuletón, un entrecot o una hamburguesa, seguro que no te quedas con hambre. De hecho, aquí es muy común pedir que te pongan para llevar lo que no has terminado de tu plato. En España se hace también en algunos lugares, pero no con la frecuencia que aquí, donde además está mal visto dejarse comida y no pedirla para llevar, porque se interpreta como que no te ha gustado.
Además, cada plato siempre viene acompañado de su guarnición correspondiente sea un bol (¡!) de ensalada o una fuente de patatas fritas.
Y lo mismo ocurre en los hipermercados (aquí no hay “súper”, se han pasado a los “hiper” directamente). Por ejemplo, los briks o cartones de leche son de 2 litros… los más pequeños. Lo normal es encontrar bombonas, sí, bombonas, con 4 o 5 litros de leche, zumo o cualquiera de las otras “soft drinks” que dicen aquí (bebidas de extractos de frutas con sabores naturales y artificiales y otras “guarrerías”, que por cierto, dan para otro artículo. Apuntado queda).
También destaca el tamaño de los envases de carne. Si lo normal en España es encontrar, por ejemplo, una bandeja de pechuga de pollo de medio kilo, aquí no encuentras bandejas con menos de un kilo. Todo ello me lleva a pensar que, dado que la familia media en Estados Unidos es de cuatro o cinco miembros, tanta cantidad de comida o bien se compra y se congela y de ahí se va comiendo poco a poco, o bien se vende así porque realmente la gente come esas raciones “de una vez”. Algo que me cuadra, por cierto, con el “tamaño” de algunos -bastantes- americanos que he visto por ahí…
Todo esto es algo que ya me llamó la atención en mis viajes anteriores a Estados Unidos, aunque en este caso tengo que decir que aquí en Texas pasa aún más. De hecho, algún amigo ya me ha dicho que vaya con cuidado en lo de generalizar lo que veo aquí con el resto de América, porque (buscando un tópico español para ilustrarlo) este estado podría ser a Estados Unidos como los vascos a España. Y no me refiero al nacionalismo, sino a ese prototipo de hombre con chapela que siempre es más capaz que nadie para hacer cualquier cosa. Pues parece ser que en Texas es igual, sólo que en vez de chapela llevan sombrero de vaquero…
Se me viene a la cabeza un dicho tejano que escuché el otro día y que es bastante ilustrativo de lo que decía de la comida: “A texan says: I want to eat something light… a salad… and half a cow!”
O lo que es lo mismo, cuando un texano dice que quiere comer algo ligero… en realidad quiere una ensalada… ¡y media vaca!.