Lola Romero Esta semana hemos tenido en la plaza en la que vivimos hasta tres camiones de mudanzas a la vez, y eso que hay sólo diez viviendas, y que éste no es un vecindario “nuevo”.
Unos venían, otros se iban. Como mi querida Farrah y su familia, que se han comprado una casa más grande (y con piscina) y han tardado apenas tres días en mudarse desde que les dieron las llaves. También se han ido Ben y Deana, los vecinos de Florida, que llevaban un año aquí y que fueron los que organizaron la fiesta del 4 de julio (¿recordáis?).
Precisamente una conversación con Ben fue lo que me hizo pensar en escribir sobre mudanzas. O más bien sobre la movilidad de la gente aquí en Estados Unidos, donde lo normal es cambiar de trabajo y/o empresa cada poco tiempo. Al contrario que en España, aquí está bien visto un currículum variado, con experiencia en diferentes empresas, y con estancias en esas empresas que muchas veces no superan el año. Y digo al contrario que en España, porque aunque no quiero caer en el tópico, yo creo que cuando una persona ha pasado por muchos sitios y ha estado períodos cortos en cada uno de ellos, lo primero que piensa un español es… “malo”.
No se ve así en Estados Unidos. Estoy generalizando, y este país es demasiado grande, pero me parece que les va bien esa expresión de “hecho a sí mismo”, en el sentido de que buscan progresar, son inconformistas por naturaleza, aspiran a más. Por eso no les importa cambiar siete veces de estado, arrastrar niños, muebles, coches y mascotas. Y si la cosa no funciona, o tienen una oferta mejor, seguir moviéndose.
Me decía Ben que con esta mudanza, es la cuarta vez que cambian de estado, y supone que no será la última. Añado yo para contextualizar que él y su mujer no tienen más de 35 años y que tienen un hijo de cinco recién cumplidos. Como decía, este país es muy grande y habrá miles de variaciones, pero me atrevo a decir que un gran porcentaje de la población ha vivido algo similar. Quizá no han pasado por cuatro estados, pero dos o tres, casi seguro. Y ya si hablamos de ciudades dentro del mismo estado, estoy segura de que las cifras se multiplican, como seguro ocurre con las mudanzas a casas “mejores”.
Con todo esto no quiero decir que en España no nos mudemos. Yo misma cambié mi pueblo por Madrid para ir a la universidad, Madrid por Ciudad Real para trabajar, y otra vez Madrid cuando me casé. Y ahora vivo en Houston. Pero no creo que yo represente a una mayoría. Durante años en España, la tendencia ha sido quedarse lo más cerca posible de “casa” (léase pueblo o ciudad de nacimiento, crianza o familia), o en todo caso, emigrar a Madrid, Valencia o Barcelona. Claro que también ha habido quien ha vivido en varios sitios por cuestiones de trabajo y aspiraciones personales (y por supuesto que en España hay gente “hecha a sí misma”), pero ni era lo normal ni los demás lo percibíamos como “ideal”.
Sin embargo, sé que eso en los últimos años está cambiando debido a la crisis. Y no hablo ya de mudanzas dentro de España, sino fuera de ella. Yo he perdido la cuenta de amigos que se han ido a vivir y trabajar, sobre todo trabajar, al extranjero. Pero hay una diferencia: el que se muda al extranjero se marcha con un par de maletas grandes y poco más. Si te vas fuera expatriado por una multinacional, quizá tengas suerte y te paguen la mudanza completa de tu casa. Que es lo que hacen los americanos, trasladar todas sus cosas de casa en casa. Y si recordáis cuando os hablé de los garajes, no es poco lo que mueven…
Y además, como decía hace unas líneas, se mudan cada año e incluso cada pocos meses. O sea, que según me ha contado Farrah, sí que es común en los colegios esa escena tan repetida en las películas de la entrada en clase “del nuevo” o “la nueva”, pobre, que sufre en sus carnes las idas y venidas de sus padres.
Así que mi vecindario ha cambiado en pocos días, aunque a mi me consuela que Farrah se haya ido sólo a unas pocas manzanas porque podremos seguir con nuestros paseos y conversaciones.
A Ben y a Deana les deseé suerte en su nueva etapa. Pero no vi felicidad en sus ojos mientras miraban toda su vida metida en un camión de mudanzas.