Estados Unidos es sin duda uno de los países más urbanizados del mundo, de los más poblados y de los que más han transformado su medio natural. Sin embargo, sorprende la riqueza de sus parques nacionales y otros espacios casi salvajes, por no mencionar una variedad de fauna que va desde cocodrilos hasta colibrís.
A nosotros puede resultarnos algo exótico lo de los cocodrilos. Yo pienso en el Amazonas o en selvas tropicales, o más bien pensaba, porque a pocos kilómetros de donde vivimos hay un lago en el que la presencia de esos prehistóricos reptiles es todo un atractivo turístico. Y un peligro, pienso yo. Como las serpientes, escorpiones y abejas asesinas que, para mi horror, me han dicho que habitan estos lares.
Ok, como dicen aquí, no voy a dramatizar tanto. La verdad es que todavía no he visto nada de eso en mis paseos matutinos con Farrah, pero la abundancia de vegetación, la humedad y los lagos que hay por esta zona, lo hacen totalmente verosímil.
De todas maneras, la autoridad en esto de la fauna salvaje y los parajes naturales es mi marido. Prometo que es de los que ven los documentales de la 2, así que trata, de vez en cuando, de instruirme acerca de lo que se puede ver en esta parte de América. No sólo en lo que a animales se refiere, está deseando ir a Yellowstone (sí, el parque nacional donde vivía el Oso Yogui), o volver al de las secuoyas gigantes que no pudimos ver tranquilamente cuando estuvimos en San Francisco.
Aunque yo prefiero un paseo por las calles de Nueva York, no puedo negar que a veces la naturaleza te sobrecoge como no puede hacerlo ningún edificio. El Gran Cañón del Colorado, los Glaciares de Montana, Zion en Utah, o el Valle de la muerte entre California y Nevada, son sólo unos pocos ejemplos de lo que la naturaleza ha regalado a este país. Y no puede haber más variedad: desde los hielos de Alaska a los desiertos de Arizona o Nuevo México. Con sus animales característicos, como los búfalos, las vacas longhorn (típicas de Texas), los renos, los osos grizzly o los tiburones toro, que han sido avistados incluso Río Mississippi arriba.
Pero no se trata sólo de la naturaleza que “ya está” o que “ya vive” aquí. Cuando hablé de las tormentas, ya dije que los fenómenos naturales en este país son a lo grande. De hecho, la costa este tuvo hace un par de semanas su primer aviso este año por el paso de un huracán. Esta vez fue más o menos leve, pero que les pregunten a los habitantes de Nueva Orléans cómo recuerdan el Katrina…
Así que se puede hablar de huracanes en las amplísimas costas de Estados Unidos, pero también de tornados en las vastas llanuras de la meseta norteamericana. Esto es, el centro del país, principalmente el norte de Texas (qué bien, nos pilla todo…), Oklahoma, Kansas y Nebraska. En este caso, las gélidas corrientes de aire que provienen de Canadá chocan con el aire caliente del Golfo de México, dando lugar a esos gigantes “remolinos”, que son una verdadera preocupación debido a su impredecibilidad.
Y por tener, tienen hasta un volcán en activo: el Kilawea en Hawai. No les falta de nada, que dirían algunos manchegos con cierta sorna.
Con ello no quiero decir que en España no tengamos riqueza natural igual o, a veces, más importante, antigua, etc. En este caso no creo que se trate de comparar, sino más bien de “sumar”: por ejemplo, aprender de algunas figuras de protección que tienen aquí para gestionar los parques nacionales. Cabañeros, las Tablas de Daimiel o las Lagunas de Ruidera no han dejado de pasearse por mi mente mientras escribía esto.
Para mí, aquí en Estados Unidos, estar cerca de todos esos fenómenos naturales, de esos paisajes y sus cientos de siglos de formación, de la presencia de esos intimidantes animales, creo que ayuda a ser consciente del lugar del ser humano en la naturaleza, o más bien, del poder de la naturaleza sobre el ser humano. A veces, mínimo. A veces, arrollador.