viernes, 29 de marzo

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Haciendo las américas

En un lugar del verano

por Lola Romero (Houston)

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Llevamos ya mediado el verano… o eso me parece a mí que ya he vuelto de vacaciones. ¡Qué rápido pasa! Hemos estado una semana en mi pueblo, pocos días este año porque luego tendremos una visita muy esperada en Houston, pero hemos aprovechado bien el tiempo. No puede ser de otra manera estando tan lejos…

No sé si les pasará esto a otros expatriados, pero a veces siento que “aparcamos” nuestra vida en España cuando volvemos a Houston, y viceversa, sólo que como pasamos casi todo el tiempo en América, cuando nuestros pies pisan Madrid, empieza una cuenta atrás para ver, saludar, quedar, hablar y hacer mil cosas en el poco tiempo que tenemos. Recuperar el tiempo perdido y esa vida que pusimos en “pause” al cruzar los arcos de seguridad del aeropuerto.

En este sentido, la sensación que tengo es de que aprieto el botón de “play” al volver, por eso es raro a veces ver lo poco que cambian algunas cosas y lo mucho que cambian otras, también las personas, y es raro acostumbrarse a ello. Viaje tras viaje.

Pero, oye, que no quería yo ponerme melancólica esta vez... así que aunque me cueste un poco ahora que estoy montada en el avión de vuelta, hoy mejor hablo de los buenos momentos y celebraciones que estas vacaciones nos han dejado. Como el 70 cumpleaños de mi padre.

¡Qué dicha haber podido celebrarlo con la familia y los amigos! Me encanta que ver todas esas caras conocidas y queridas sea una de esas cosas que no cambian en el fondo (lo de la edad y las arrugas es otro cantar), ni tampoco en mi percepción de estar rodeada de “los míos”. Me encanta que mi hijo juegue con los primos como si no hubieran estado meses sin verse, y me provoca cosquillas de felicidad oír mi nombre de niña y responder inconscientemente, automáticamente, sintiéndome “yo” de verdad.

Lo pasamos fenomenal, lo celebramos comiendo, cenando y bebiendo, como en toda fiesta que se precie en España. Pero no fue sólo “juerga”: hubo lugar para la música y el folklore, los regalos personalizados, las conversaciones y los recuerdos, y hasta para unas coplillas dedicadas que pusieron la nota divertida y cariñosa.

Probablemente la celebración hubiera sido igual si nosotros hubiéramos estado viviendo en España, pero son mis ojos los que son distintos ahora, así que viví, disfruté y exprimí cada minuto de aquel día. Y aunque no lo dijera en voz alta, di mil veces las gracias por poder estar allí.

Y es que lo he repetido varias veces estos días cuando me paraban por las calles del pueblo para preguntarme qué tal: en Houston estamos y vivimos muy bien... pero está muy lejos.

Menos mal que hay cosas por las que no pasa ni pesa la distancia…

 

Foto: El azul veraniego de la piscina de la Huerta, nuestra casa en La Frescura infanteña.