sábado, 20 de abril

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Haciendo las américas

Banderas

por Lola Romero (Houston)

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Parecía un día normal en el vecindario, una mañana veraniega más, tranquila y calurosa. La noche anterior tampoco habíamos escuchado ningún trasiego, ni más ruidos que los habituales. Sin embargo, al girar la esquina de mi calle numerosas banderas de rayas y estrellas se erguían en los jardines delanteros, creando cierto efecto de oficialidad, y hasta solemnidad, si me lo permitís.

Paré el coche e hice la foto que encabeza estas líneas, y me quedé con la copla para buscar el significado de tanta enseña, así de repente, a mediados de junio. Y aunque no me sorprende lo que encontré, si me extraña un poco que esta “celebración” se me haya pasado antes. “Es que a lo mejor en este vecindario hay más militares y veteranos que en los anteriores…” concluyó mi marido cuando lo comenté en voz alta. A lo mejor lleva razón porque, como digo, no había visto anteriormente ese despliegue fuera de la semana del 4 de julio.

Lo que celebraban mis vecinos este 14 de junio es el Día de la Bandera, ya que en esa fecha de 1777 el Segundo Congreso Continental (algo así como el organismo que gobernó las trece colonias originales durante la guerra con Inglaterra) adoptó la bandera de Estados Unidos más o menos como se la conoce hoy. En 1916, el presidente Woodrow Wilson aprobó un decreto que oficialmente estableció el 14 de junio como Día de la Bandera, y pese a que no es una fiesta nacional o un día feriado, desde entonces el Presidente de turno siempre da un discurso y anima a los ciudadanos a desplegar banderas y “celebrarlas”. Y eso, parece ser, hicieron mis vecinos.

Así que, aunque ha habido alguna variación de diseño a lo largo del tiempo, las trece barras rojas y blancas simbolizando las trece colonias originales, y las estrellas sobre fondo blanco que representan a cada uno de los estados que conforman Estados Unidos, llevan más de trescientos años en todos y cada uno de los edificios oficiales, han surcado mares, conquistado territorios y han llegado a la luna. Y, como curiosidad, hasta en los altares de las iglesias cristianas, tanto protestantes como católicas, se les guarda un lugar destacado, como yo misma he podido comprobar en las catedrales de Dallas, San Antonio, Nueva York o San Diego.

Ya he dicho alguna vez que me da cierta envidia la falta de complejos a la hora de celebrar los símbolos, el orgullo de pertenencia, la creencia de que no hay un lugar mejor, un país mejor. Por eso el otro día, me paré e hice la foto, y pensé en escribir sobre ello. Variaciones sobre el mismo tema, ya lo sé, pero es que viviendo fuera de verdad que las cosas se ven de otra manera. Sigues percibiendo los fallos de España como país, advirtiendo la tendencia a la crítica destructiva de todo aquello con lo que no estamos de acuerdo, pero aquí te concentras en lo bueno, que es mucho. Y lo echas de menos: la auténtica red social de familia y amigos, la historia, la cultura, la comida, el buen humor, la sanidad pública… Por eso creo que a lo mejor un poco de distancia, como la que vivimos nosotros, es lo que necesitaban algunos para entender lo que tienen y lo que pueden perder. Es cuestión de perspectiva…

Pero bueno, como acaba de empezar el Mundial, ahora quizá esto que digo no tiene mucho sentido, porque seguro que las calles españolas se han vuelto a llenar de banderas rojas y amarillas. De tres franjas: rojo-amarillo-rojo.

Ojalá que dure...

 

Foto: Lola Romero.