sábado, 20 de abril

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Haciendo las américas

Patchwork

por Lola Romero (Houston)

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Me recibió con una sonrisa y, creo, con cierto alivio, aquel primer día. En su fuero interno supongo que se preguntaba si le habían colado un gol, pero se la veía decidida a aprovechar la ayuda que le habían “adjudicado”.

Yo, por mi parte, crucé aquella puerta de cristal con cierto complejo, y con todos los sentidos alerta para no perder nada de ese inglés que por entonces todavía no llegaba a dominar. También intenté poner mi mejor cara, y dejé traslucir una ilusión que, por fin, me regalaba la vida lejos de España.

Recuerdo esa emoción de los primeros días, pero también la tensión y los nervios que me generaba mi afán por demostrar que podía encajar ahí. Y recuerdo las horas de formación e información que ella me dedicó sin dudar, aún sin conocerme ni estar segura de si podía contar conmigo. A mí, que todo me parecía tan nuevo, tan sorprendente y, a veces, tan incomprensible, sus análisis, explicaciones y las visión humorística española sobre el comportamiento americano, me facilitaron tanto la adaptación, y la vida, que en menos de dos meses había superado más retos personales que en los dos años anteriores.

Y poco a poco, nos convertimos en tejedoras de patchwork… combinando cuadrados de cursillos por aquí, con retales de comunicación por allí; cosiendo piezas de eventos con hilos de marketing, al tiempo que bordábamos la selección de personal y hacíamos punto de visados. A veces las dos a la vez, a veces cada una por su lado, pero terminando siempre a tiempo el encargo y entregándolo hasta con un lazo de talento.

No todo ha sido siempre como la seda, pero no nos hemos pichado con ninguna aguja, y los descosidos nos han servido para ser más originales y combinar más ideas en nuestras “labores”.

Perdonadme las metáforas de costura… Estas líneas de hoy son para alguien que no da puntada sin hilo, en el mejor sentido. Para alguien que me ayudó sin condiciones, que me incluyó en todo desde el principio, y que no dudó de mí cuando yo sí lo hice.

Nos hemos escrito mutuamente, y sin saber lo que la otra había puesto, que no hay palabras suficientes para agradecer la compañía en estos dos años. Atrás quedarán las reuniones de “indios” y “vaqueros”, el “padre de la criatura”, las “manitas de cerdo”, los pies sobre la mesa, los mensajes “críticos”, los y las “interns”, los “ingenieritos”… y tantas otras cosas.

Ahora ella se va a la gran ciudad, a vivir una vida que ha tenido en pausa tres años, a emprender una aventura nueva y emocionante. Yo me quedo en el bosque, en mi “mirador”, con nuevos retos también, y otras aventuras. Pero las dos decimos adiós a una etapa que no olvidaremos.

Querida Patchwork, que seas muy feliz…